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viernes, 22 de noviembre de 2024
Claudia junto a su madre.
Recibe tratamiento en el Hospital de Parapléjicos - 08 noviembre 2018

La sala de rehabilitación infantil del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo recibe todos los días a Claudia, de tan solo dos años, una pequeña de la que -nada más verla- sorprende su capacidad de trabajo y de esfuerzo con las pesas, con las paralelas o con el andador, siempre con una sonrisa en la cara y a través de los juegos y canciones que inventa para ella su fisioterapeuta, Miriam.

Es de los niños más pequeños que han pasado por el hospital -el «cole», como ella dice-; también es la protagonista de la asociación «Mi princesa Claudia», promovida por su madre, en un primer momento, para afrontar los elevados gastos que precisa su tratamiento y rehabilitación y, en un segundo momento, para ayudar a otros menores en su misma situación.


A Claudia se lo diagnosticaron cuando tenía cuatro meses

Claudia tenía cuatro meses cuando los médicos le diagnosticaron un tumor en la médula espinal. Sin tiempo su familia para asimilar la noticia, no tardó en empezar a recibir quimioterapia, un tratamiento que -a pesar de las complicaciones que le originó- no surtió ningún efecto. Los oncólogos optaron por la operación, 10 horas de intervención en la que consiguieron estirparle el tumor pero que la dejó parapléjica.

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Comenzaba entonces un nuevo capítulo en la batalla de Claudia, una nueva etapa en la que junto a su madre, Mireia, se trasladó de Valencia -su ciudad- a Toledo, donde está el hospital de referencia nacional en lesiones medulares. Llegaron a la capital regional en marzo de 2017, cuando Claudia tenía un año, un tiempo en el que ha experimentado una gran evolución, hasta tal punto que hoy por hoy ya da pasos con el andadador y su reciprocador, una especie de prótesis que, hechos a medida de cada persona, se coloca en las piernas y le permite mantenerse en pie. Con Claudia sus fabricantes se han encontrado con el reto de hacer el modelo más pequeño nunca realizado hasta ahora.

Es difícil expresar lo que representa toparse en la vida con una situación así. Mireia intenta poner palabras a su realidad, a los altos costes que se le presentan a diario, a sus temores, a un futuro incierto… «Es muy duro». Añade que también es «muy injusto» porque «ni siquiera hay un parque adaptado para estos niños».

Pero lo hace desde una extraordinaria actitud, luchando cada día como lo hace Claudia en sus ejercicios, poniendo en marcha iniciativas solidarias -que les ayudan a costear los corsés, los medicamentos, las ortopedias, la silla de ruedas, el alquiler en Toledo…; y organizando otros tantos eventos en reclamo de otras familias, como cuando recientemente de los fondos de la asociación salieron los 4.000 euros que ha costado una silla de ruedas eléctrica para Julián, un chico de Alicante.

Una de las próximas citas será el 8 de diciembre en la discoteca Área 42, en Olías del Rey, donde habrá una jornada solidaria con actividades infantiles y juveniles desde las 12:00 horas. El dinero recaudado con las entradas -de tres euros para los más pequeños y de cinco para los adultos- irá destinado a «Mi princesa Claudia».

La respuesta que obtiene la asociación a todas estas iniciativas siempre es muy positiva. Así lo destaca Mireia, quien nunca deja de asombrarse de la solidaridad de la gente y de actos como el que tuvo hace poco un farmacéutico, quien le regaló las muletas que necesitaba Claudia.

Con la llegada de la Navidad, Mireia y Claudia regresarán a casa, a Valencia. Volverán a Toledo en  mayo para -seguramente- recibir los dos últimos meses de tratamiento en el Hospital de Parapléjicos. Tras el alta ambas dejarán atrás meses en los que han compartido numerosas experiencias con otras familias procedentes de todo el país, personas que «nos ayudamos mutuamente» y con los que han estrechado fuertes lazos.

En Valencia Claudia seguirá luchando por avanzar en sus pasos; su madre le seguirá poniendo el listón bien alto porque, sabe, «en el futuro es lo que le va a venir bien». Mireia espera allí recobrar cierta normalidad y que -dentro de las posibilidades- Claudia se olvide de los hospitales y de jugar con sus muñecas a ponerles vías o gasas. Llegarán otros retos: adaptar la casa, el coche… un nuevo capítulo en su batalla.

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