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sábado, 23 de noviembre de 2024
¿Cómo será el otoño? - 30 julio 2018 - Toledo
Mar G. Illán Mar G. Illán

Hace tiempo que mantengo que las encuestas electorales sirven más para explicar lo que acaba de pasar o de pensar la opinión pública que para predecir el futuro, aunque sea a corto plazo. Pronosticar es «predecir algo futuro a partir de indicios». Fácil, ¿no? Pues a ver quién se atreve a pronosticar qué va a pasar de aquí a final de año tras siete meses de vértigo y escenarios inimaginables y, por lo tanto, no pronosticables.

Los acontecimientos van tan rápidos en este cuarto de siglo que las cosas pasan antes de que ni siquiera las imaginemos y cuando nos formamos opinión sobre ellas o las encontramos explicación ya estamos en otra fase que vuelve a sorprendernos.


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Pronosticar es predecir algo futuro a partir de indicios… Parece fácil, ¿no? A ver quién adivina el otoño[/ze_summary]

 

Ninguna encuesta vaticinó ni por asomo que en julio de 2018 el PSOE de Pedro Sánchez sería el partido que encabezaría la intención de voto en las encuestas. Porque nadie, y menos una encuesta, contó con la posibilidad de que a estas alturas del curso político el socialista sería presidente del Gobierno.

¿Qué fue de la piel de elefante de Rajoy?

Ni mucho menos que un joven que aún no ha llegado a los 40 y que ha salido de la factoría de José María Aznar, Pablo Casado, sería el presidente del PP y el encargado de enterrar al incombustible Mariano Rajoy, el político español con más cadáveres en el armario de la era democrática, el ser humano «con piel de elefante», que diría Angela Merkel.

 

Lo del Estado chantajeado desde las cloacas es más habitual en cualquier época de la historia, pero que la justicia esté a punto de dirimir si sienta en el banquillo al Rey Emérito y haya en la cárcel un infante consorte, Iñaki Urdangarín… Eso tampoco era predecible ni podía medir ninguna encuesta cómo afectaría en la opinión pública a la futura intención de voto.

El poder, la mejor aguja para coser fracturas internas

Eso también ha ocurrido en estos siete meses de vértigo. Y que el partido más dividido por la guerra civil, el PSOE, es hoy el más «unido», porque el poder es la mejor aguja que se ha inventado para coser las fracturas internas.

Por el contrario, el PP, que parecía un todo indivisible, se ha roto y ya veremos cómo prospera.

Ciudadanos, que hace apenas dos meses cabalgaba en las encuestas con ventajas inabarcables para cualquiera de sus rivales, vuelve a tener que reinventarse.

Y Podemos ha dejado de ser irreverente y sorprendente en menos que canta una moción de censura.

¿Qué puede pasar cuando finalice agosto y todos vuelvan a sus puestos? Con tales antecedentes podría pensarse que lo peor es lo que está por venir. Pero… ¿quién se atreve a pronosticar lo siguiente?

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