«Paseando por La Habana resulta fácil comprobar el profundo afecto que el pueblo cubano profesa por el Comandante. Dicho reconocimiento es más palpable entre los mayores, y mucho más entre los que conocieron el gran casino que Estados Unidos había convertido a la isla, y que Fulgencio Batista gestionaba para la oligarquía americana. Fidel Castro se levantó contra esa situación y contra el sistema que lo sustentaba, comenzando la revolución que cambió a Cuba.
Durante estos años, Cuba ha conseguido ser el único país de América sin desnutrición infantil y con las tasas más bajas de mortalidad infantil, ha acabado con el analfabetismo y ha escolarizado al 100 por 100 de las niñas y de los niños, ha sido el único país en cumplir los objetivos para el 2015 declarado por la Unesco destina el 54 por 100 de su presupuesto a servicios sociales y su sistema de salud ha tenido el reconocimiento internacional, habiendo desarrollado cuatro vacunas contra el cáncer. Los éxitos alcanzados son aún más meritorios si somos conscientes del marco geográfico en el que se encuentra la isla, junto a otros países caribeños como son República Dominicana y Haití, y el bloqueo económico que ha sufrido durante décadas.
Todo ello llevó a que la economía cubana nunca pudiera despegar, pero no impidió que la solidaridad internacional fuera una seña de identidad de la Revolución. Son innumerables las catástrofes, conflictos y crisis en donde los médicos cubanos han intervenido. Basta recordar los 500 médicos y médicas que fueron al corazón del virus Ébola, cuando los sanitarios del resto de los países huían, salvo honrosas organizaciones no gubernamentales.
Al igual que en sus universidades se han formado miles de palestinos, saharauis, y de otros países tercermundistas olvidados por aquellos que ahora se alegran de la muerte del revolucionario.
Cuba no es el paraíso terrenal, como no lo es ningún país en el mundo; como cualquier otro, son varios los aspectos en los que debe mejorar. Pero son y han sido muchos los amigos del Comandante que supieron reconocer la labor de la revolución, como Nelson Mandela, Gabriel García Márquez, Salvador Allende, Ernest Hemingway, José Mújica, y más.
Pero esos, que se felicitan por la pérdida de Fidel, que creen que es el final de la Revolución, y que van a poder clavar sus garras como en tiempos de Batista, olvidan un hecho, un importante detalle: La revolución cubana es del pueblo. Fidel marcó el camino, pero sin un pueblo determinado, sin un pueblo involucrado, y sin un pueblo que ha ido adquiriendo consciencia nunca podría haberla mantenido.
La Revolución Cubana es del pueblo, y este no dejará cambiar la educación, la sanidad, los servicios sociales, el acceso a los deportes, la cultura, etc., por unas ansias consumistas que solo unos pocos serán capaces de satisfacer».
Juan Ramón Crespo. Coordinador Regional de IU CLM.