Si la sospecha de haber eludido millones y millones de euros a la lupa del fisco español se posase sobre un político o un empresario, 9 de cada 10 tuits o mensajes en las redes sociales destilaría críticas sin piedad hacia el o los afectados. Es humano, comprensible, legítimo y justo que quien pide a la sociedad un plus de confianza para ejercer su labor, como es el caso de los políticos, sea sometido a más exigencias de ejemplaridad por parte de sus representados.
También lo sería que la ira ciudadana se vertiese si la sospecha afectase a alguno de los grandes empresarios o financieros del país que tienen a su disposición privilegios y legiones de expertos para pagar lo menos posible y con la ley de su parte.
Lo que ya no se entiende -o al menos a mí no me cabe en la cabeza- es que cuando las conjeturas e investigaciones se ocupan de estrellas del fútbol, miren para otro lado muchos de los que protestan justamente en los casos anteriores. ¿Por qué la reacción no es la misma? Las estrellas del llamado deporte rey son una referencia para millones de niños en todo el mundo, se forran con el dinero de gente que paga por ir a verlos aunque sea el único capricho del año. Engordan sus jugosas fortunas con los millonarios ingresos por derechos de imagen que importantes marcas les pagan por prestar nombre y rostro para que las clases medias consuman como si no hubiera un mañana los productos que anuncian.
Me confieso atónita cuando vi que en Twitter se creó la cuenta y el hastag #YoconMessi cuando los tribunales españoles demostraban su irregular comportamiento con la Hacienda pública. Lo que está mal no permite excepciones y menos de quien como figuras públicas deberían tener un comportamiento más ejemplar que el resto.
Supongo que si se confirman las investigaciones, no tardaremos en ver algo similar con Cristiano Ronaldo, quien según los datos que ha publicado el diario «El Mundo» en los últimos días, habría cotizado en paraísos fiscales los beneficios de sus derechos de imagen, al igual que otros famosos del fútbol de Mourinho a Coentrao pasando por Özill o Falcao. Su representante lo desmiente y más allá de que sus casos acaben finalmente en condena o no, es evidente que el mundo del fútbol es opaco con Hacienda, aunque a la opinión pública no parece preocuparle mucho. Como si esos impuestos no fueran tan necesarios como los de los demás para la sanidad, la educación, la dependencia, la ciencia o las carreteras.
Desde luego que no se puede condenar a nadie sin una sentencia firme de los tribunales, pero el distinto trato que se recibe ante las mismas sospechas dice muy poco de la madurez de la sociedad española. Y si la sociedad no está lista, tampoco lo estará su clase política.
He criticado muchas veces la desigualdad con la que los poderosos se someten a las consecuencias de la crisis o a los dictados de la justicia frente al ciudadano corriente. Y he compartido la indignación general con esas situaciones que han campado a sus anchas en un país con tantos casos de corrupción como los que ha vivido España, especialmente durante el boom del ladrillo.
No puedo más que sentir tristeza y decepción al ver que esa gente que lo pasa mal con la crisis y las injusticias comprende o disculpa -y a veces incluso defiende con entusiasmo- a quienes se aprovechan de su posición para pagar menos por sus millonarios ingresos.