El debate fue menos agrio de lo que se prevía, pero sí que se cumplió el pronóstico de la falta de acuerdo entre el Partido Popular y el Partido Socialista, que ni votó a favor ni en contra ni se abstuvo sobre la toma en consideración de la proposición de ley para reformar la legislación electoral vigente. El asunto sigue su tramitación parlamentaria con los votos de favor del Grupo Popular, que tiene mayoría absoluta en la Cámara.
Durante aproximadamente una hora y media Gobierno y PP, por un lado; y PSOE, por otro, intercambiaron golpes a costa de la reforma de la ley electoral vigente y lo hicieron con argumentos repetidos y de ida y vuelta.
Es decir, que el PP utiliza para aprobar su ley en solitario los mismos argumentos que utilizó el PSOE cinco años atrás y los socialistas critican este comportamiento con las mismas palabras con las que el PP hizo lo propio la pasada legislatura.
Difícil de entender este debate el día que los pensionistas y otros ciudadanos echan cuentas sobre cuánto les costarán sus medicinas dentro de unos meses. Pero en el parlamento de Castilla-La Mancha todo es posible.
Hasta se puede comprobar que las leyes electorales tienen efecto boomerang y que dependen de quién mande, dado que nuestro Estatuto de Autonomía así lo permite.
José María Barreda despreció un acuerdo con el PP para cambiar las cosas y se fabricó una ley a la medida para ganar si las cosas se ponían feas. Las cosas se pusieron feas, pero tan feas que la ley electoral no bastó y perdió las elecciones autonómicas del 22 de mayo de 2011.
Ahora el PSOE les devuelve «el favor» a los socialistas y trae un texto menos escandaloso que el de Barreda, pero que adolece de algunos defectos comunes: no se basa en el consenso que ellos prometieron practicar en este tema y no prevé mecanismos automáticos de asignación de escaños en función de cómo evolucione el número de habitantes de cada provincia.
En la noticia relacionada con esta crónica les contamos cómo fue el debate de la toma en consideración de la reforma de la ley electoral, que sigue su trámite parlamentario en busca de un acuerdo que parece difícil, pero no imposible.