sábado, 23 de noviembre de 2024
artículo de opinión 26/12/2016junio 6th, 2017

«En su momento gritamos: «¡No pasarán!»… pero pasaron. Como dijo Unamuno, les sobraban fuerzas para vencer y les faltaban argumentos para convencer. Fue con sangre como enseñaron el orden viejo de las cosas. Ahora, ni lo recuerdan ni lo reconocen.

Después… resistimos como se pudo, hasta que llegó 1975. Se moría Franco y buscaron una salida que no les perjudicara. Tenían amigos en los mejores grupos pensantes de cómo se manejan estas estrategias y entre el Departamento de Estado USA y la socialdemocracia alemana con Flick o sin Flock, nos hicieron un regalito de parte de Isis, la diosa egipcia de la fecundidad. El parto alumbró a un seductor Isidoro. Luego fueron las burbujas y el consumismo, la desmovilización y la desindustrialización… más tarde, la mal llamada crisis, la corrupción a galope tendido, el patriotismo pantuflo y el desprestigio del monarca cazador…


Por resumir, que ya los siento inquietos, opino que la situación política española es nefasta para las clases populares. El clamor de «cambio» de la sociedad española ha producido una reacción del sistema consistente en fabricar un re-cambio.

El recambio consiste en proponernos machaconamente más de lo mismo pero gestionado, desde el miedo a empeorar, por viejas caras que hacen frente a nuevas caras (algunas no tan nuevas pero sí más frescas, más jóvenes) y a «nuevas» organizaciones maquilladas como «modernas» mediante la utilización de nuevas tecnologías de información y comunicación.

Aprovechando el consumo intoxicante de medios de comunicación, especialmente la televisión, se ha transformado el debate político en espectáculo con estética de «cultura de masas», donde priman los efectos especiales (fx del morbo grosero) sobre los contenidos (programas de gobierno, debates documentados, llevar las grandes cuestiones al nivel popular).

Por otro lado, las clases populares están reaprendiendo, con mucho esfuerzo, a organizarse (por ejemplo, en los espacios municipales) que se han ganado a través de muy laboriosos procesos de convergencia socio-política y en organizaciones de confluencia que tratan de superar los viejos vicios que arrastraban los «aparatos» sindicales y parte de la izquierda instalada dentro del marco de la democracia del 78, una democracia tramposa en sus formas y limitada en sus horizontes con la que resulta muy difícil conseguir conquistas sociales y políticas que realmente se enfrenten a los intereses del Sistema.

Este «aprendizaje» topa con el obstáculo de las deficiencias culturales en materia de formación política que se han fomentado desde que la famosa Transición quedó reducida a una fórmula lampedusiana tipo «que todo cambie para que nada cambie».

2016 ha dejado, algunas ya lo venían haciendo, a las tradicionales organizaciones socio-políticas de la izquierda en fase de regeneración, a veces con fracturas dolorosas entre la militancia. Han sido demasiados años de «reformismo», de conformarse (teníamos el «bracito corto») con participar como «oposición colaboradora»… En el campo sindical es evidente el papel que juegan las direcciones de los sindicatos, como co-gestoras de la «crisis económica» y en el campo político, se ha conseguido la invisibilidad de los comunistas y propagar malos chistes sobre la identidad y la desunión de la Izquierda.

Mientras, las clases populares, machacadas por el mercantilismo y realojadas (después de la indigestión del crédito «fácil») en la nueva pobreza de los sin trabajo y en la miseria de los con trabajos indignos, intentan reasumir su conciencia de clase (que no siempre se llama así sino que se intenta presentar con descripciones menos «comprometedoras» como «los de abajo» y «la gente»), e intentan reaprender el abecedario que ya sabían los parias de la tierra. No será fácil. El aparato mediático funciona a toda máquina para que la indignación o el malestar social se canalice hacia lo electoral y no hacia la creación de una renovada conciencia de clase y capacidad de organización para poderse plantear el cambio del sistema.

Nos proponen distracciones y morbos políticos (tratamiento mediático de la corrupción, de los nacionalismos, de la cuestión migratoria) y nos atan con tratados internacionales que lo mismo te meten en una guerra imperialista como te hunden la economía local, incluso la muy proclamada «marca España», en beneficio de las corporaciones internacionales. Y los «marines» en Rota… y Rajoy en La Moncloa.

Mientras tanto en Valdepeñas, mi ciudad-isla que diría el poeta, todo sigue igual. Ningún cambio se atisba. Ni una sólida medida que elimine lo importante, acabar con los verdaderos dramas sociales de este pueblo, aquejado de un alarmante aumento de la precariedad, de pérdida de derechos laborales y sociales, de un grave desempleo y de falta de trabajos de calidad, de pobreza energética o con la ausencia de una efectiva lucha contra la degeneración democrática o de avances significativos en la participación ciudadana.

Una precariedad que no viene del cielo, que está perfectamente ideada y que tiene unos responsables.

Una precariedad que aporta desaliento y justifica las profundas y razonables quejas que vivimos cada día, sobre las condiciones materiales de vida, tanto de la clase trabajadora más popular (y más despolitizada) como de la autopercibida clase media que sufre el desvanecimiento de sus sueños de pequeña burguesía. Y ello se concreta en las tasas de desempleo, los recortes en los servicios públicos, el fracaso del ascensor social, las nulas expectativas de futuro, etc. Todo ello son manifestaciones concretas de la «crisis» del sistema económico capitalista y de la gestión neoliberal –socialiberal la llaman en el Salón de Plenos- de la misma y que en Valdepeñas no encuentran alternativas salvo el auge de la extrema derecha y el avance de concepciones «racistas, xenófobas, machistas y clasistas» que también amenazan con «calar» en sectores populares frustrados y jodidos por la crisis.

Para el próximo 2017, o nos vacunamos y nos organizamos conjuntamente con las personas que en este momento «pasan o vuelven a pasar de la política» aunque al mismo tiempo sean las primeras víctimas de las decisiones políticas, o la «derecha liberal» seguirá empeñada en aumentar la desigualdad y abonar el terreno para la llegada de los nuevos «Trump» o «Le Pen» que, como hemos podido comprobar en los últimos días, no es que surjan ahora… es que nunca se terminaron de ir».

Gregorio Sánchez Yébenes. Portavoz del Grupo Municipal de IU-Ganemos Valdepeñas

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