viernes, 22 de noviembre de 2024
19/01/2017junio 6th, 2017
Mar G. Illán Mar G. Illán

El periódico digital www.elindependiente.com hizo público el último domingo un estudio del Peterson Institute for International Economics (PIIE) que revela el origen de la fortuna de los millonarios del mundo.

En Europa, y especialmente en España, la mayoría de los muy ricos lo hereda. En nuestro país, más del 53 por 100 de los casos de los superadinerados lo son por herencia, frente a otros factores con menos peso.


Por ejemplo, el grupo de los que se hacen millonarios por su actividad emprendedora fundando su propia compañía apenas supera el 15 por 100. No llega al 20 por 100 el número de millonarios que asienta su fortuna en el sector financiero ni al 8 el que se hace rico desde un puesto ejecutivo. Y aún hay un dato más, que pone los pelos de punta, y es que casi el 4 por 100 de los riquísimos ha conseguido llenar la bolsa por sus conexiones políticas.

Por supuesto, no tengo nada contra los ricos que lo son legítimamente. Simplemente este análisis, me ha parecido otra manera de ver, un punto de vista más para entender nuestra sociología y lo que está pasando en España como respuesta de la sociedad a la crisis.

Cuando tanto los afortunados como los atentos espectadores que observan quiénes son y cómo lo consiguen, ven que es la herencia y no el mérito propio el factor desencadenante de la fortuna, resulta más sencillo entender porqué en este país se tolera la corrupción mucho más que en otros igualmente avanzados. También se comprende la resignación y la desesperación; es decir, la sensación de que como no hay nada que hacer ni protesto. O, en el extremo contrario, como el destino está escrito, proclamo el “que se vayan todos” que tanto le preocupa a Íñigo Errejón (entrevista www.elmundo.es).

He defendido en esta sección que la desigualdad y el creciente empobrecimiento de las clases medias y bajas, como pagadoras de la crisis, sustentan la desafección política que acaba carcomiendo la confianza en las instituciones y abriendo de par en par la puerta a los populismos.

Me parece acertada, en ese sentido, la propuesta que el eurodiputado toledano Sergio Gutiérrez, ha hecho en las páginas salmón de la edición dominical de El Mundo, desde un artículo titulado “Frente al populismo, mejores empleos”. El secretario general de los socialistas españoles en el Parlamento Europeo basa en datos la relación entre la caída de los salarios y el auge de los populismos, desde el Bréxit a Trump y otros. Incluso, donde el paro es del 4 por 100, el hundimiento del precio al que se paga la hora de trabajo sirve como combustible. Y cita como ejemplo cómo votó Elkhart (Indiana) mayoritariamente a Donald Trump.

Me apunto a mejores empleos aunque me permito ampliar su connotación a una mayor relación entre la cantidad y calidad del trabajo y la prosperidad económica. Para mí, aunque sea heterodoxo, trabajadores son por igual los obreros, que los autónomos -falsos o no- y los pequeños empresarios. Esa legión de profesionales liberales que tiene jornadas de trabajo maratonianas, raquíticas vacaciones y que vive como días laborales los festivos para acabar llevando 1.000 euros o poco más a casa el mes que se da bien. O el pequeño empresario atrapado por la burocracia y los impuestos con la misma jornada laboral que en el caso anterior y que ve cómo su esfuerzo y su riesgo son compensados con la supervivencia, en el mejor de los casos.

Se mire por donde se mire, sea cual sea el estudio o el prisma desde el que nos acerquemos a contemplar la realidad social –total o parcial- y sus consecuencias, la desigualdad y, por lo tanto la injusticia social en el más amplio sentido de la expresión, están detrás de los populismos. Sumaría a ello la falta de Educación -con mayúscula-, la que hace posible la madurez intelectual y política necesarias para no acabar llegando a la conclusión que lo mejor es lo peor, es decir, el populismo.

PD: No deja de ser curioso que en el país dónde se llega a rico por herencia, las principales fortunas sean millonarios hechos a sí mismos como Amancio Ortega (Zara) o Juan Roig (Mercadona). ¿Son la excepción que confirma la regla o es que cabe la esperanza porque algo está cambiando…?

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