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lunes, 25 de noviembre de 2024
El misionero toledano Christopher Hurtley, en Etiopía, donde la situación es un caos
El misionero toledano Christopher Hurtley, en Etiopía, donde la situación es un caos
El padre Christopher Hartley y su corazón roto de pena 14/03/2017junio 6th, 2017 - Toledo

Al padre Christopher Hartley, misionero toledano, le quedan muy pocas cosas por ver en esta vida. Pero lo que está viviendo y padeciendo en Etiopía no existe en otros lugares del mundo. Ahora, «con el corazón roto de pena, para ser voz de tantos cuya voz nadie escucha», ha hecho otro llamamiento desde Gode, la región etíope «en la que ahora mismo solo se respira muerte y desolación. Hace ya un año y medio que no ha caído ni una gota de lluvia, aquí todo se está muriendo».

Su grito clama al cielo… Y a la tierra. «¡Por amor de Dios, ayudadnos cuanto podáis!». Así termina la carta que ha enviado a sus compañeros en España y que les mostramos en encastillalamancha.es.


[ze_summary text=»El hedor es espantoso y el espectáculo tristísimo, en Gode solo se respira muerte y desolación»]

El hedor es espantoso y el espectáculo tristísimo, en Gode solo se respira muerte y desolación[/ze_summary]

 

«Es dramático ver a las gentes llegar al hospitalucho de Gode, por cualquier medio de transporte, incluido carretas tiradas por burros, con pacientes escuálidos y moribundos. Gode está siendo arrasado por una espantosa epidemoa de cólera. Las gentes llegan en el último aliento y a veces mueren a los pocos minutos en manos de médicos impotentes ante la magnitud de la tragedia. Aquí ya no crece nada, ni el maíz, ni la soja, ningún tipo de cereal, todo se lo lleva el viento en nubes gigantes de polvareda que todo lo ensucia y viste de gris».

Porque, como recalca, «cada mañana cuando salgo de casa, antes del amanecer, para celebrar la santa Eucaristía, veo cómo aumenta el ganado muerto a la orilla del camino, vacas, cabras, ovejas… El hedor es espantoso y el espectáculo tristísimo. Ahora mismo en Gode solo se respira muerte y desolación».

Infectados de tifus en estado terminal

El padre Hurtley cuenta la historia que les relató un joven médico inglés que colabora con ellos después de comprobar cómo desde el jueves 2 de marzo llegaba un número inusual de pacientes agonizando, los seis primeros murieron esa misma tarde, desde la zona del Afder, cuya capital es Hargele. «Pronto supimos que el problema radicaba en que, por la desesperación de llevar agua en camiones a los poblados más lejanos, algunas ONG habían cogido agua de una presa cercana a la ciudad de Hargele, que estaba completamente contaminada y podrida».

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Esa misma noche el misionero toledano cargó en el todoterreno de la misión todas las medicinas que tenían y recorrió los 230 kilómetros que le separaban de Hargele por una terrible carretera. Allí comprobó en vivo y en directo lo que es la muerte de infectados por tifus en grado terminal.

Horas después fue hasta el origen del problema. «Fuimos al pozo contaminado y vimos el agua pútrida, causante de tanta muerte y desolación. Por el camino vimos muchos animales que habían muerto de sed e inanición. La gente nos decía: Abba (padre), cuando aquí hasta los camellos se mueren de sed es que a nosotros no nos queda mucho de vida».

El misionero toledano que dice… «Vivimos en un mundo de locos»

Al misionero, antes de regresar a Gode, le enseñaron una cabaña en la que yacían en el suelo varios enfermos. «Uno se siente tan impotente, tan turbado por dentro cuando ves estas escenas… Te preguntas simplemente, ¿por qué?, ¿por qué estas gentes, por qué millones de gente viven así? ¿Por qué mientras esta mujer no tiene ni un termómetro otras mujeres se gastan una fortuna en una absurda cirugía estética? Vivimos en un mundo de locos, definitivamente».

[ze_summary text=»Ver niños y niñas desesperados, correr tras mi coche mendigando un litro de agua…»]

Ver niños y niñas desesperados, correr tras mi coche mendigando un litro de agua…[/ze_summary]

 

Cuando se puso en marcha y al desandar el sendero de los poblados, «de la nada, de detrás de los arbustos venían corriendo detrás de nuestro vehículo niños que gritaban con la desesperación escrita en el rostro: biyo, biyo, biyo… (agua en somalí). Pensaba en tanta agua como había visto en mi vida: ríos, piscinas (la de mi casa, por ejemplo), estanques, fuentes preciosas de tantas ciudades, lagos… Agua que jamás se beberá nadie, agua para la diversión, ¡hasta parques acuáticos! Y ver niños y niñas desesperados, correr tras mi coche mendigando un litro de agua. Me parecía todo tan grotesco y absurdo… ¡En qué mundo vivimos!».

Aun así, en el camino de vuelta pensaba que «era la primera vez en la historia que la Iglesia católica llegaba a la zona somalí del Afder. Volví a casa muerto de cansancio y roto de la pena por lo que mis ojos habían visto…».

«¡Por amor de Dios, ayudadnos cuanto podáis!»

Y termina su misiva… «Os ruego por el amor de Dios que hagáis cuanto podáis por ayudarnos. Toda ayuda, por pequeña o aparentemente insignificante que os parezca puede ayudar a salvar una vida. Soy voz de quienes no tienen voz, o solo tienen un gemido ahogado, como un nudo en la garganta, gemido estridente y reseco, donde no solo no tienen agua, sino que ni siquiera les quedan más lágrimas que llorar».

Por eso, «cada día en Santa Misa ofrezcon en la patena y el cáliz la muerte y la vida de estas pobres gentes. En esa misma oblación y ofrenda os ofrezco a todos vosotros que con vuestra caridad vestís con nosotros al desnudo, dáis de beber al sediente y de comer al hambriento».

Y su último grito desesperado:

«¡Por amor de Dios, ayudadnos cuanto podáis!».

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