Mariano Rajoy ha demostrado ahora que, cuando quiere, sabe dialogar y llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas. Si hubiera actuado siempre así durante los cinco años largos que lleva al frente del Gobierno, en vez de dejar pasar el tiempo cuando surge un problema como ha hecho más de una vez, probablemente no habría crecido el sentimiento independentista de muchos catalanes, alentado por Artur Mas, Carles Puigdemont y otros dirigentes de Cataluña, hasta convertirse en un serio problema para el conjunto de España.
El Gobierno necesitaba los votos de los cinco diputados del Partido Nacionalista Vasco (PNV) para que el Congreso apruebe los Presupuestos Generales del Estado para 2017. El presidente se lo ha tomado en serio, se ha remangado, ha intervenido personalmente en las negociaciones con el presidente de ese partido y ha alcanzado un acuerdo.
Se podrá criticar el resultado de este acuerdo o la forma en que se ha desarrollado la negociación, en secreto y sin informar al Congreso. Y se podrá criticar lo costoso que va a resultar el pacto para el resto de los ciudadanos. Pero no se puede discutir que Rajoy, esta vez, ha hecho lo que tenìa que hacer: coger el toro por los cuernos, afrontar el problema, dialogar y llegar a un acuerdo, algo que siempre es necesario en política pero que él y su partido han practicado poco mientras abusaban de su mayoria absoluta en el Parlamento. Hay que repetirlo: si hubiera hecho lo mismo con Cataluña, en vez de recoger firmas por toda España contra su Estatuto de Autonomía como hizo, el independentismo no sería hoy un problema.
Un régimen fiscal especial desde 1876
El País Vasco goza de un régimen fiscal especial en sus relaciones con el Estado, el llamado Concierto Económico, que viene de 1876 y está reconocido en la Constitución española. Gracias a ese régimen, la comunidad autónoma vasca recauda en su territorio todos los impuestos (los suyos y los estatales) y después devuelve al Estado una parte de ese dinero, correspondiente a las competencias que paga la Adminstración central, como las de defensa o infraestructuras, más una cantidad para solidaridad entre las autonomías. Esta devolución es lo que se denomina el Cupo vasco, que hace 35 años se fijó en el 6,24 por 100 de lo recaudado y desde entonces no se ha revisado para actualizarlo.
Las discrepancias entre ambas partes surgen a la hora de concretar la cantidad exacta que deben pagar los vascos por el Cupo, que hay que revisar cada año pero que no se ha hecho desde 2007, ni con el Gobierno del PSOE ni con con el del PP. El Ejecutivo vasco sostiene que desde entonces ha pagado al Estado 1.570 millones más de lo que le correspondía.
Después de tantos años de desacuerdos y falta de diálogo, la necesidad ha obligado al presidente del Gobierno a negociar. Y ha alcanzado con el PNV un acuerdo que, entre otras cosas, establece lo siguiente: el Gobierno central devolverá a los vascos 1.400 millones de euros en cinco años (reclamaban 1.576 millones); ellos pagarán este año por el Cupo 956 millones, lo que supone una rebaja de 569 millones respecto a lo que se había fijado para 2016; el Estado aportará 3.380 millones para la infraestructura ferroviaria conocida como Y vasca, que conectará por tren de alta velocidad las tres capitales vascas; y hay que añadir unos cientos de millones más por otros conceptos. Como han dicho desde el PNV, para ellos es «un acuerdo excelente».
Ni ETA ni más competencias
En estas negociaciones, Rajoy y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, han dejado a un lado asuntos tan problemáticos como la reinvidicación de acercar los presos de ETA a cárceles del País Vasco o la reclamación de más competencias para el Gobierno autonómico.
José María Aznar hizo lo mismo en 1996, cuando pactó con Convergència i Unió (CiU) para ser investido presidente, después de haber criticado con dureza a los nacionalistas catalanes. La necesidad le obligaba a ese pacto, porque le faltaban 20 escaños para la mayoría absoluta, y la necesidad ha obligado ahora a su sucesor Rajoy a negociar una notable lluvia de millones para el País Vasco.
[ze_summary text=»En Castilla-La Mancha, por ejemplo, deberían reclamar sin descanso un impulso serio a las obras del ferrocarril de alta velocidad»]En Castilla-La Mancha, por ejemplo, deberían reclamar sin descanso un impulso serio a las obras del ferrocarril de alta velocidad[/ze_summary]Desde otros partidos y otras comunidades autónomas van a criticar este acuerdo, por unas razones o por otras otras. Pero, además de criticar, en otras comunidades autónomas podrían imitar el ejemplo de este acuerdo con el PNV para negociar algunos asuntos importantes. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, deberían reclamar sin descanso un impulso serio a las obras del ferrocarril de alta velocidad. ¿O acaso el transporte ferroviario es menos importante en esta comunidad que la Y vasca o el corredor del Mediterráneo, por ejemplo? Pues eso, a negociar tocan.