La situación de las comunidades autónomas españolas es generalmente mala. La de Castilla-La Mancha es mucho peor, en buena medida porque cuando estalló la crisis nosotros corrimos en dirección contraria a lo que podíamos hacer contra ella: apretarnos el cinturón y ser responsables.
En lugar de eso llenamos más naves de más regalos, duplicamos las promesas porque las elecciones se le complicaban al Gobierno de José María Barreda, que cayó en todas las trampas del pánico que suscita la previsión de una derrota electoral después de 28 años en el poder.
Las encuestas empezaron a ir mal al mismo tiempo que apretaba la crisis y la reacción fue negar toda cordura a nuestro presupuesto autonómico, en el que se inflaban ingresos y se infravaloraban gastos como si se tratase de un juego de agilidad mental.
No estaba en nuestras manos corregir los desmanes financieros del mundo ni atajar la burbuja inmobiliaria española, pero sí actuar responsablemente y evitar mucho sufrimiento económico y una década perdida a los castellano-manchegos.
Como consecuencia de todo ello las cuentas actuales de la Junta son prácticamente un parte de guerra. Los Presupuestos Generales de Castilla-La Mancha que el viernes pasado presentó la presidenta, María Dolores de Cospedal, representan una dieta que acaba con la obesidad de los últimos tiempos, pero que no nos va a dejar en el peso ideal sino en el raquitismo.
La RAE define el raquitismo como «enfermedad por lo común infantil, debida al defecto de vitamina D en la alimentación y consistente en trastornos del metabolismo del calcio, que se manifiestan en la encorvadura de los huesos y debilidad general».
Aunque no soy experta en economía ni en medicina, creo que la descripción va como anillo al dedo a nuestra situación.
Con un presupuesto que solo recorta gastos y prevé una levísima subida de ingresos vía impuestos, vamos al raquitismo. Comparo la ausencia de vitamina D característica de esa enfermandad infantil con los ingresos. Sin ellos no habrá crecimiento y el G8 ya ha dado claramente su receta: ahora la prioridad es el crecimiento y, con él, la creación de empleo.
Faltan a nuestras cuentas y, por ende, a la actuación del Gobierno, una voluntad planificada de buscar dinero debajo de las piedras, entre ellas invocando el principio de solidaridad interterritorial que consagra la Constitución y que consiste en que el Estado redistribuye ingresos para garantizar servicios equivalentes al conjunto de los ciudadanos.
O, ¿vamos a volver a los tiempos en que era más fácil morir de un infarto en Castilla-La Mancha que en Madrid?
Hacen falta ingresos, fácil decirlo, mucho más complicado conseguirlos. Pero, como dicen los hindúes, «incluso la más larga caminata comienza con un simple paso» y yo echo de menos esas zancadas en los Presupuestos Generales de Castilla-La Macha para 2012 y en la hoja de ruta del Ejecutivo.
Sin vitamina D nos acabaremos encorvando y acusando debilidad general; o lo que es lo mismo, iremos arrastrándonos, que diría Mariano Rajoy.
La crisis general no evita las responsabilidades del Gobierno anterior en la situación actual, pero el pasado reciente tampoco resta un ápice a las funciones y obligaciones del Ejecutivo: solucionarlo. No basta con denunciar lo anterior, ni siquiera con recortar el exceso de grasa, el enfermo tiene que seguir comiendo.
Han heredado una situación pésima, que hubiera desnudado como incompetentes a muchos consejeros que salieron airosos de anteriores Gobiernos, pero es lo que hay. Y ellos son los que están. Les toca cumplir, no solo llorar.