Para los periodistas lo mejor del 22 de mayo es que había llegado el punto y final de una precampaña y una campaña electoral que como teloneras de la madre de todas las batallas -así se bautizó el 22-M en Castilla-La Mancha-, había extenuado a la troupe que habitualmente cubre la información política en la región. Meses de nervios, presiones, amenazas, malas caras, prisas, sospechas, espías, chivatos… Estaban muy nerviosos y nosotros lo sufríamos. Unos más que otros, claro.
Pero… Estábamos a punto de contar un cambio histórico en Castilla-La Mancha, la única región de España donde el PSOE había ganado con mayoría absoluta todas las elecciones autonómicas celebradas desde 1983.
Y, desde ese punto de vista, la noche no defraudó. Vimos escenas inéditas y se nos quedaron grabadas imágenes que siempre permanecerán en la memoria, porque pasaron por primera vez y porque tenían pasaporte para la historia.
El mayor interés informativo de la noche estaba en Toledo y nosotros, los olvidados perodistas de provincias de Castilla-La Mancha, éramos los primeros y más directos mensajeros para vivirlo en directo, para comprenderlo mejor que nadie y para contarlo los primeros.
UNA NOCHE DE SONRISAS Y LÁGRIMAS
En Toledo fue una noche de sonrisas y lágrimas en todos los barrios, aunque pasada la noche en el PP todo fueron sonrisas y en el PSOE casi todo lágrimas, porque el parte de bajas que había dejado la jornada electoral alcanzaba las dimensiones de un drama político.
La sede del PSOE, deshabitada. La del PP, abarrotada. Otra imagen imborrable y nueva.
¿Sabéis algo ya? ¡Decidnos! Nos iban preguntando los militantes de uno y otro signo a quienes realizábamos tareas informativas en los diferentes partidos. Los más angustiados insistían… Tú, ¿qué crees?, preguntaban si les decías que no había transcendido aún ningún dato oficial.
Cuando comenzó el día yo suponía que las cosas saldrían como finalmente acabaron, pero hasta el 22 de mayo todo eran quinielas arriesgadas que aventuraban resultados que tenían que pasar por primera vez. Así que nadie las tenía todas consigo en ninguno de los dos grandes partidos.
LA MADRE DE LA PRIMERA VICTORIA, EL PADRE DE LA PRIMERA DERROTA
Lo que acabó pasando eran tan grande para los dos bandos de la contienda electoral que no se lo podían creer, ni los padres de la primera victoria del PP en Castilla-La Mancha ni los padres de la primera derrota socialista. Con Cospedal y Barreda como cabezas de familia. Ella, madre de la primera victoria; él, padre de la primera derrota, aunque nunca la ha reconocido como suya.
Las baterías de los móviles se agotaban, las pocas filtraciones que transcendían generaban aún más confusión, nadie quería lanzar las campanas al vuelo.
Los que de verdad sabían se mordían la lengua y las pocas ocasiones en las que abandonaban los cuarteles generales del recuento y se cruzaban con la prensa repetían «hay que esperar». Hasta que no estuviera contado el último voto ningún líder se atrevía a cantar victoria o entonar derrota.
En la prensa había expectación y quinielas, se interpretaba cada gesto. En las sedes de los partidos políticos se desataban la tensión y los nervios. La esperanza se adueñaba de los militantes del PP y un rictus próximo a la tragedia iba desfigurando el rostro de los del PSOE. Se veía venir… Por más que los más afectados no quisieran creerlo.
Las encuestas pronosticaban un victoria del PP en Castilla-La Mancha, pero la ley electoral vigente daba un margen tan estrecho en el reparto de escaños que el partido podía considerarse abierto prácticamente hasta el recuento de la última mesa en Guadalajara.
¿Qué pasará en Guadalajara? La pregunta que todos se hacían desde meses atrás. Las encuestas ya sacudían machaconamente que Guadalajara daría la victoria al PP, pero la ley electoral que se había diseñado a medida José María Barreda cuatro años antes se había mostrado como una tela de araña eficaz para contener hasta el último minuto la marea azul del PP que se avecinaba en toda España, tanto en las comunidades autonómas como los ayuntamientos.
LAS «ISRAELITAS» AMENAZABAN TORMENTA
Las «isrealitas», esas encuestas que se realizan a pie de urna el mismo dia de la votación y que son consideradas las más mentirosas de todas, amenazaban tormenta en las sedes socialistas. Salvo en Toledo, donde se gestaba uno de los dos héroes del 22 de mayo.
Al mediodía del 22 de mayo, la secretaria general del PP y candidata en Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, ya sabía que la victoria de su partido sería incontestable en toda España, pero no quería confiarse en su terreno. De hecho, no compareció hasta bien entrada la noche.
Debían ser más de las 10 de la noche cuando se confirmó la victoria de Cospedal y en los salones del hotel Beatriz, sede electoral «popular» el 22-M, estalló la euforia. La candidatura de Paloma Barredo enjuagaba su derrota en lágrimas, discretamente, sin interferir en la fiesta autonómica.
28 años esperando un triunfo en la región era una alegría demasiado desbordante. Y explotó. Los que esperaban algo del cambio, los que lo habían conseguido por fin, los que se quedaron por el camino intentándolo, los arrimados del momento… La alegría marcaba los rostros y la salida de Cospedal para festejarlo con lo suyos y pronunciar su primer discurso como presidenta electa fue el no va más.
Entonces, nadie pensaba todavía en la herencia que recibirían.
Al otro lado, en el casco histórico de Toledo, la sede del PSOE estaba vacía. Los periodistas y pocos más. Muy cerca, en el hotel San Juan de los Reyes, los devotos de Emiliano García-Page aguardaban a su héroe sin ser aún del todo conscientes de lo que iba a suponer la derrota de todos los demás candidatos importantes del PSOE, tanto en los ayuntamientos como en la Junta.
Ellos sabían que también habían hecho historia en la vieja Ciudad Imperial, donde tanto cuesta mover las costumbres. Su candidato, Page, era el primer socialista que acababa la noche como el líder más votado en unas municipales, mejoraba los resultados de 2007 y ofrecía a su partido la mejor cosecha de votos en la capital en una campaña en la que todo era sequía.
Solo otro socialista, Juan Ávila, desde Cuenca, metía otra aguja en el pajar de victorias del PP. Habían caído las demás plazas principales de la región, incluida Talavera, donde el PP solo había gobernado una legislatura, pero jamás había conseguido ganar las elecciones. Esta vez 14 de 25 concejales para Gonzalo Lago.
El invicto José Francisco Rivas, con apenas una decena de ediles, no se lo podía creer. La batalla, esta vez perdida, de Talavera y la de Illescas, donde resultó derrotado José Manuel Tofiño, fueron las espinas más dolorosas de la corona que llevaban los socialistas en Toledo. Casi todo lo demás lo podían prever, pero Talavera e Illescas les dolió especialmente.
Antonio Román se salió en Guadalajara, Rosa Romero volvió a humillar al PSOE en el epicentro de su poder en los últimos años, Ciudad Real; y Carmen Bayod ponía la guinda en Albacete, la única provincia donde no quedó ningún «héroe» socialista, ni siquiera de mediana escala.
En el edificio del Archivo Regional, en el toledano barrio de Santa María de Benquerencia, desolación y lágrimas. Allí estaban los invitados institucionales y allí llegó Barreda. Desfondado, serio, mucho más solo que de costrumbre y liquidó en un par de minutos la comparecencia ante la prensa, que no quiso hacer en el escenario preparado al efecto.
Era el final.
Después habló Cospedal. Había acabado el 22 de mayo, la madre de todas las batallas ya tenía ganadora y se abría una nueva página en la historia política de Castilla-La Mancha.
Recuerdo perfectamente el 22 de mayo de 2011.