Los dos tenían el mismo rival, aunque él tuviera que disimularlo y ella no. Todo lo contrario. Sus suertes dependían de unas cajas de cristal y el objetivo prioritario era el mismo: o ellos o él. O lo que es lo mismo, es obvio que el objetivo de María Dolores de Cospedal aquel 22 de mayo de 2011 era conseguir miles de votos más en alguna provincia con designación de escaños par y así salvar la trampa que le habían tendido con una ley electoral hecha a imagen y semejanza del PSOE de los últimos años.
Lo dijera el Tribunal Constitucional o mi primo el del pueblo.
Es decir, un PSOE que sobrevivió a base de engordar el capítulo de subvenciones hasta más no poder y que, como bien se ha visto después, «ahí te quedas, margarito», que algún día te pagaré. Prometer y no pagar, que se llama.
O cómo montar la mundial en una comunidad autónoma que dejó tiritando. Pero sin tiritas, para que viéramos cómo sale la sangre. Vampiresco, ¿verdad? Por desgracia la historia no es de película, es real. Por supuesto, el algún día te pagaré se quedó en olvídame que ésta ya no es mi guerra y pide cuentas a otros.
La liebre, cerradas las urnas, saltó en Guadalajara y la monumental paliza que le pegó ella a él en votos al final solo se vio reflejada en un diputado más para los «populares». Pero como les había tocado el gordo, tal y como expresó un muy conocido director general de los de ahora, para qué querían la pedrea. Era suficiente.
Desde ese mismo momento José María Barreda pasó a ser historia. Durmirá el sueño de los (in)justos por Madrid a la espera de que Chacón sea o no. Y los sueños, sueños son. Teatro puro en el que vive. Ahí no ha cambiado nada.
Pero de aquellos polvos nos quedaron estos lodos. No vamos a hablar de la herencia que dejó porque nos la sabemos de memoria. Y por si se nos olvidara, ahí está el PP para pasearla a diario. O los nuevos «amigos» de Page…
Ahí queríamos llegar, al alcalde de Toledo que revalidó el bastón de mando paseándose por el Tajo y consiguiendo un concejal más en plena debacle de los suyos. En una ciudad que tradicionalmente había votado a la derecha y donde la muralla sigue siendo mucha muralla.
Ahí estaba, en el otro lado de la frontera, en la capital de la comunidad autónoma. A muy poca gente le sorprendió que Emiliano García-Page fuera el gran protagonista de la jornada a muy poquitos pasos de Cospedal.
La amarga victoria, parafraseando a Pedro J. Porque tuvo que hacer de tripas corazón. Recuerdo que algunos de los suyos se tuvieron que ir del «tanatorio» que se había montado en el Archivo, allí donde Barreda desapareció y no por arte de birlibirloque, porque como mostraran su sonrisa por lo ocurrido les miraban con muy mala cara. Y aquellas miradas daban miedo porque sabíamos cómo actuaban. Muchos periodistas incluidos, que tiene bemoles la cosa.
Tengo para mí que de haber ocurrido al revés, de haber vencido Barreda y perdido Page, al ahora alcalde de Toledo le teníamos que estar buscando en las páginas de la historia política reciente de Castilla-La Mancha porque el ya expresidente se le había fundido en un periquete. Y no digamos a los suyos.
Los suyos, los de Page, los que tienen que seguir toreando a diario con esa herencia de Barreda convertida en diferentes personajes que parece que han olvidado que ellos fueron parte, y muy importante, de la debacle tanto externa como interna del PSOE. Los que tienen que hacer de tripas corazón porque han de compartir con quienes antes les negaron el pan, la sal y hasta el tomate.
Y a los que el mismo Page ha mantenido. Encima en primera línea.
Que Dios y su Iglesia, a la que quieren cobrar el IBI, les pille confesados. Si llegan a tiempo, claro.