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artículo de opinión 07/06/2012junio 13th, 2017

Un año más, los vecinos de Toledo engalanan sus calles para la celebración del Corpus Christi, una fiesta que cada vez cobra mayor importancia en todo el mundo.

Como castellano-manchega y toledana de adopción, he participado en la procesión del Corpus y tengo un gran cariño por una fiesta tan especial para nuestra querida tierra. La vinculación entre el Corpus y Toledo es tan estrecha que esta fiesta identifica a la ciudad tanto como su Catedral primada o la plaza de Zocodover.


Este año tendré de nuevo el honor de encabezar la comitiva de autoridades civiles, como presidenta de la comunidad. Pero déjenme hacer desde aquí un homenaje a los verdaderos protagonistas de esta fiesta: los vecinos de esta capital, que cubren de hierbas aromáticas el suelo por el que pasará la Eucaristía en la Custodia de Arfe y que expresan su respeto y emoción de una manera tan intensa que inunda de paz los corazones y predispone, independientemente de las creencias de cada uno, a la meditación.

De esta forma viven los toledanos el Corpus Christi, con aroma a incienso en el aire y las fachadas ornamentadas con tapices y pendones, con calles entoldadas, bajo las que salen los gigantones que anuncian la llegada en procesión de las hermandades y cofradías.

Precisamente la presencia de estas hermandades y cofradías es una bella alegoría de la historia de la Ciudad Imperial, pues quienes en ella desfilan portan símbolos alusivos a aquella España deseosa de emprender nuevos rumbos para prosperar, que miró más allá de sus fronteras y supo llevar a América un idioma y una cultura que hoy compartimos con todo un continente. Una cultura arraigada en el humanismo cristiano, que ha sido pilar fundamental en la construcción de Occidente.

Por eso, este es un día para sentirnos orgullosos, ya que constituye una verdadera seña de identidad de todos y cada uno de los habitantes de esta ciudad y de esta tierra. Porque en el Corpus de Toledo se condensa la esencia de Castilla-La Mancha: un pueblo abierto a todos y generoso, que trabaja unido y que da lo mejor de sí en los momentos más complicados. En la fiesta del Corpus se aúnan el fervor de un pueblo que siente sus tradiciones y que vive con la esperanza puesta en un futuro más próspero.

Considero, pues, fundamental mantener una fiesta tan nuestra participando en ella, dejando de lado los gestos o las interpretaciones políticas de los elementos que forman parte del Corpus desde hace tantos siglos. Ante todo, el Corpus es una celebración religiosa, una fiesta y una tradición popular de todos y para todos, sin distinción de colores.

Desde estas páginas quiero expresar a los toledanos y a los castellano-manchegos mi más profunda alegría, y así es como deseo invitarles a vivir esta fiesta. Pero también me gustaría dar la bienvenida a quienes nos visitan desde otros puntos de España y del resto del mundo. Les recibo con los brazos abiertos y les animo a comprobar con sus propios ojos que la solemnidad y el júbilo van de la mano por las calles durante estos días.

Esta es quizás una de las mejores fechas para visitar esta ciudad. No en vano, el Corpus de Toledo fue declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional. A quienes vienen por primera vez, les aseguro que no será la última y les animo a convertirse, de vuelta a su lugar de origen, en embajadores de uno de las máximos exponentes de la tradición castellano-manchega y española. Para quienes viven en Toledo o para quienes alguna vez han visitado la ciudad, ésta es siempre una buena ocasión para redescubrir con una mirada nueva una fiesta que hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra tradición y nuestra cultura.

A todos ellos quiero desearles de corazón unas felices fiestas del Corpus Christi.

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