Las elecciones generales han traído a los socialistas de Castilla-La Mancha el peor chaparrón de su historia. Aunque no es la primera vez que el PP gana y el PSOE pierde unas elecciones generales en esta comunidad autónoma, el tamaño de la derrota socialista esta vez, que supera con creces los 20 puntos de diferencia, no tiene precedentes y parece un resultado irrepetible. La tierra en la que el PSOE encadenó siete mayorías absolutas en elecciones autonómicas dio la espalda al PSOE el 22 de mayo y ahora parece haberlo abandonado y, por lo tanto, obligado a reinventarse.
La lluvia estuvo presente en la jornada electoral que acabó en chaparrón y tormenta en cada una de las sedes socialistas regional y provinciales del PSOE en Castilla-La Mancha, donde las encuestas a pie de urna habían jalonado el día de malas noticias. El recuento acabó de confirmar los presagios más negros. En España y en esta región peor aún.
Y es que el 20 de noviembre será una fecha difícil de olvidar por los socialistas en mucho tiempo. Otra noche aciaga que sumar a la del 22 de mayo, cuando empezó la era de las tinieblas en un partido acostumbrado a ganar siempre las elecciones autonómicas y las municipales casi siempre.
Seis meses atrás todo empezó a cambiar. Ya entonces se vio venir que las elecciones generales acabarían en tragedia. Las listas electorales confirmaron los temores de muchos. Las urnas han sido implacables y, junto a la abultada derrota, han traído de la mano la necesidad urgente de que el PSOE de Castilla-La Mancha se refunde.
Un nombre, José María Barreda, queda unido para siempre al desastre electoral. Fue el primer socialista en perder unas elecciones autonómicas en Castilla-La Mancha. Y cinco meses después, su lista al Congreso de los Diputados por la provincia de Ciudad Real, ha obtenido un resultado todavía peor. El balance de su liderazgo al frente de los sociliastas de Castilla-La Mancha no puede ser más negro. Todo comenzó en abril de 2004, cuando José Bono dejó la Presidencia de Castilla-La Mancha en sus manos para ocupar el Ministerio de Defensa del primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Fue Bono quien decidió que el sucesor era Barreda y todos los demás acataron, aunque ya entonces se oía de fondo el nombre de Emiliano García-Page como mejor opción. Siete años después parece la única.
LA HERENCIA DE BARREDA
El caso es que Barreda heredó un partido a 22 puntos y más de 200.000 votos del PP y una comunidad autónoma que era la menos endeudada de España. Entrega al PSOE derrotado en las autonómicas, noqueado en las generales y dejó el déficit público tras siete años de Gobierno como el más alto de España, varias veces por encima del fijado legalmente para las comunidades autónomas. La sensación dentro del PSOE es que Barreda dilapidó la herencia de Bono.
En este panorama desértico solo el alcalde de Toledo, Emiliano García-Page, asoma la cabeza con posibilidades de ejercer un liderazgo con respaldo y conseguir devolver la esperanza en el futuro a los socialistas. Es el único as que queda en la baraja socialista castellano-manchega, en la que José Bono sigue ejerciendo una gran influencia, especialmente en la provincia de Albacete y en la persona de Page.
PAGE DESHOJA LA MARGARITA
Page, sin embargo, deshoja la margarita antes de dar un paso al frente y espera acontecimientos en el PSOE nacional, también abocado a un congreso federal del que saldrá el próximo árbol genealógico de los socialistas.
Todos le han señalado como líder indiscutible. Unos con las mejores intenciones. Otros, con las peores, porque esperan que él coja y beba el amargo cáliz que ellos dejaron y cuya copa quieren soltar cuanto antes. Para irse o para regresar a sus guaridas maternas en espera de tiempos mejores.