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El miércoles 20 de junio 16/06/2012junio 13th, 2017

El miércoles, 20 de junio, se cumplirán 800 años de la partida de Toledo del ejército cristiano que derrotó a los almohades en Las Navas de Tolosa, una de las mayores batallas medievales libradas en Europa, que marcó el inicio del declive definitivo de la presencia musulmana en la Península Ibérica.

Toledo se había fijado como punto de reunión de los cruzados que atendieron el llamamiento a la lucha que hizo el papa Inocencio III, a través de la proclamación de la campaña contra el imperio almohade como cruzada, tras varias bulas en las que exhortó a los obispos y reinos peninsulares a apoyar la lucha contra los almohades.


En la proclamación papal del 31 de enero a apoyar la cruzada, el pontífice también exhortó a los obispos del sur de Francia a que animasen a sus súbditos a apoyar la empresa castellana, que se emplazaba a la octava de Pentecostés (20-27 de mayo).

La elección de Toledo como lugar de concentración no fue ocasional, sino que obedeció a la confluencia en esta ciudad de dos personajes claves de la época como son el rey Alfonso VIII de Castilla y el arzobispo primado, Rodrigo Jiménez de Rada, uno de los eclesiásticos y diplomáticos más relevantes de su tiempo.

Jiménez de Rada, que fue también canciller de Castilla tanto con Alfonso VIII como en el posterior reinado de Fernando III, impulsó decididamente la campaña, recogió personalmente la bula de la cruzada y la predicó en Alemania, Italia y Francia, ganando el apoyo de numerosos caballeros y notables de toda la geografía recorrida.

Atendiendo el llamamiento, miles de cruzados se encaminaron hacia Toledo, la únicaciudad capaz de garantizar el abastecimiento a un ejército tan numeroso como se presuponía, según narró el propio Jiménez de Rada en su obra «De rebus Hispaniae» conocida también como «historia gothica».

En el libro octavo de esta obra, que fue traducida a las distintas lenguas romances y considerada durante siglos crucial para el estudio de la historia de España, Jiménez de Rada hizo una pormenorizada crónica de la campaña que culminó con la victoria de las huestes cristianas en Las Navas de Tolosa, que incluye el relato sobre la llegada a Toledo de cruzados de distintas procedencias.

Según Jiménez de Rada, los primeros cruzados comenzaron a llegar a Toledo en el mes de febrero, primeramente los que venían por su cuenta y después las tropas y mesnadas que acompañaban a nobles y prelados, hasta que la ciudad se fue poblado de gentes procedentes de varios puntos de Europa, que el rey Alfonso VIII dispuso que acamparan en los jardines situados junto al río Tajo.

La convivencia de personas de tan abigarrada procedencia ocasionó algunos conflictos, según recogen las crónicas históricas (con algunos ataques a la judería toledana) provocados en particular por los «ultramontanos» procedentes de territorios traspirenaicos.

A lo largo de la primavera fueron llegando a Toledo caballeros y combatientes de todos los reinos peninsulares, incluidos leoneses, gallegos, asturianos y portugueses a título individual, porque los reyes Alfonso IX de León y Alfonso II de Portugal no secundaron la cruzada. Acudieron también obispos de distintas diócesis hispanas, entre ellos los de Palencia, Sigüenza, Osma, Ávila, Tarazona y Barcelona, así como de diócesis europeas como Burdeos, Narbona y Nantes.

Una incorporación especialmente celebrada fue la del rey Pedro II de Aragón, que llegó el 20 de mayo a Toledo, junto a unos 3.000 caballeros y su correspondiente acompañamiento de peones.

Tras completar los preparativos, el ejército se puso en marcha el 20 de junio con el señor de Vizcaya, Diego López de Haro, en vanguardia al frente de los ultramontanos, seguido de las huestes aragonesas comandadas por Pedro II y de las tropas castellanas de Alfonso VIII, de acuerdo con el relato histórico de Jiménez de Rada.

En el contingente marchaban también tropas de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Temple y Hospital o San Juan de Jerusalén.

Posteriormente, en los primeros días de julio se sumaron el rey Sancho VII de Navarra y unos 200 caballeros navarros, poco después de que abandonaran la campaña la mayoría de las tropas ultramontanas, tras la toma de Calatrava.

El 11 de julio el ejército comandado por los tres reyes cristianos acampó en Salvatierra, desde donde se dirigió al sur buscando a las tropas almohades del califa Muhammad al-Nasir, a las que vencieron el 16 de julio en el paraje jienense de Las Navas de Tolosa.

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