sábado, 23 de noviembre de 2024
20/06/2012junio 13th, 2017

«La educación es una idea, un servicio, una inversión en inteligencia. No lo deben pensar así en la consejería de Educación Cultura y Deporte de Castilla-La Mancha. Han rebajado el presupuesto en casi un 25%, o sea, casi 500 millones de euros. Argumentos, pocos, rancios y de una ideología antisocial manifiesta. Mucha tinta, como el calamar, para enturbiar.

El gobierno de la Comunidad en general, y el educativo en particular, es incapaz de iluminar el futuro y se entrega con pasión a oscurecer el pasado. Es como si le gustase la ignorancia; y ya sabemos que la ignorancia nos es útil para imponer nuestras ideas y nuestras creencias. Moldeamos gracias a ella el mundo a nuestro antojo. Mantener conscientemente y pudiendo evitarlo a los demás en la ignorancia es el mayor de los pecados.


Sin embargo, quiero hablar no de opinión sino de una realidad que deberán comprender los alumnos y las familias –los principales afectados- durante el próximo curso. Muchas de las medidas tomadas –mal llamadas de ahorro- van a suponer un masivo hacinamiento de alumnos y alumna en las aulas. Y eso es serio para una educación no digo ya de calidad, sino simplemente de igualdad. La escuela se masifica. Las aulas van a hacinar alumnos y alumnas.

Un conjunto de individuos con bases sociales y culturales diversas e intereses diferenciados se va a apelotonar en las aulas de la educación pública. Los colegios e institutos pierden líneas. El profesorado disminuye ostensiblemente. Esta verdad no se cuenta del todo, y, sobre todo, no se cuenta el modelo en que se cimenta: enrarecer y empobrecer la enseñanza pública para, a continuación, predicar las excelencias de la privada.

No hablo de la aberración educativa que supone echar el cierre a la escuela rural –dónde habrán leído lo argumentos que valen para nuestra Región y son contrarios a otra regiones como Castilla y León. El problema del hacinamiento en masa es más grave y va a afectar a los 300.000 alumnos de los centros urbanos, donde se va a ver reducida la calidad de la enseñanza a mínimos que las generaciones de la democracia no conocen.

Estamos en mundo difícil para la educación. Los niños y jóvenes de hoy están muy bien informados, pero los profesionales sabemos que solo la información no es conocimiento, pues el conocimiento exige esfuerzo, atención, rigor y voluntad.

No se da cuenta quien está organizando la escuela desde el horizonte economicista del ahorro que educar hoy no es una cuestión de dictado y tarima, sino una tarea ardua en la que hay que hacerse escuchar y comprender por los jóvenes, para despertar en ellos el deseo de aprender y para hacerles ver que para transformar la información en conocimiento hay que desarrollar el sentido crítico.

No saben quienes nos gobiernan lo que se exige al docente. No sé si lo saben o no quieren saberlo. Pero con una masa de 37 alumnos de 12 a 16 años, diversos y diferentes en su base, su cultura y sus motivaciones, difícilmente se va a poder desarrollar un proceso educativo con la participación activa del alumnado, donde se tenga en cuenta la necesaria flexibilidad del programa para entender y atender los ritmos de aprendizaje diferenciados.

La educación, en estas condiciones, adquiere un papel vital. Decir esto no va mucho más allá de decir una obviedad. El verdadero problema, el más difícil de resolver es cómo educar. El más difícil todavía es educar a quien no quiere ser educado. Nadie rechaza para sí mismo comida, ropa y refugio, pocos se oponen a la libertad y a la igualdad, pero muchos no llegan a comprender el alcance de la educación. No hablo de la mera transmisión de conocimientos y valores. Voy más allá. Hablo de conseguir que cada uno de nosotros se considere un ser humano autónomo, libre y por tanto valiente.

No hablo ya trabajar por competencias, como Europa exige. Eso excede creo yo a la masa gris que piensa en el modelo de cuantos más (alumnos), menos (recursos materiales y humanos). Lo de las competencias está más allá de la utopía.

El gobierno de Castilla-La Mancha no considera en modo alguno el mejoramiento del sistema educativo público con las medidas que toma (unas las cuenta y otras no). La irresponsabilidad hace descender el presupuesto de un curso a otro en una cuantía inasumible para una educación que busca la igualdad. Una aberración. Es posible que su responsabilidad la oriente al presupuesto de ahorro, pero se aleja del buen servicio que se debe dar a una sociedad para que progrese.

El gobierno de Castilla-La Mancha no puede comportarse como si el mercado fuera capaz de corregir por sí solo los defectos existentes del sistema o como si una especie de autorregulación bastara para hacerlo. En este sentido de responsabilidad -o irresponsabilidad- el fenómeno de la masificación es el más pernicioso para la educación correcta del alumnado, y, en la educación secundaria obligatoria, esta masificación adquiere los tintes de la catástrofe. Desgraciadamente de esto se habla poco o nada. Incluso he leído quien lo defiende con sofismas atrabiliarios.

Como personas reflexivas, pedimos a las familias, al profesorado, a los alumnos y a la comunidad educativa en su conjunto, que reflexionen sobre lo que se les viene encima. Y pido que exijan para los hijos de todos lo que solo algunos se permiten para educar en la élite a los suyos.

Sabemos que cierran escuelas rurales y que los niños tendrán que hacer rutas imperiales durante el crudo invierno. Sabemos que cierran cientos de aulas en los colegios de infantil y primaria y que algunas las pasan de lo público a lo privado sin más miramientos (Illescas, por ejemplo). Sabemos que se va a hacinar a los alumnos con agrupaciones extremas. Sabemos que los institutos van a tener que reunir a los alumnos como piojos en costura, apretujando adolescentes con toda la fuerza explosiva que supone ese tiempo esencial de cambios de la persona en el que construye su cuerpo y su personalidad.

Sabemos que el transporte, las becas de comedor, los libros de texto gratis se van a reducir al mínimo. Sabemos que ya no existirán las interesantes aulas de convivencia, que el profesorado se saturará de horas de aula, que la innovación es una entelequia, que los auxiliares de conversación desaparecen, que los presupuestos de funcionamiento se reducen una barbaridad. Sabemos que desaparecen los planes de mejora…Sabemos que, con las medidas «serias y urgentes» que está tomando el gobierno de Castilla-La Mancha, el modelo educativo de la igualdad se derrumbará como un castillo de naipes.

Parafraseando a nuestro intemporal héroe manchego, me atrevo a decir que la razón de la sinrazón (educativa) que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo del páramo en el que van a convertir a la mejor juventud y el mejor futuro de nuestra tierra.

Esto es lo que hay. Esto es a lo que la sociedad debe enfrentarse con solo dos actitudes posibles: asumiéndolo como esclavos o rechazándolo como personas que creen en la función social de la educación no como un remedio sino como la única vía para el progreso y el desarrollo. Somos conscientes de que no podemos dar pasos atrás hacia la pobreza, la exclusión, la incomprensión y la falta de futuro al que nos va a arrastrar el modelo educativo que, con la razón de la fuerza, pero sin la fuerza de la razón, nos quiere imponer a machamartillo el gobierno reinante Castilla-La Mancha. Claro que, como lo definen como «reversible», a lo mejor se dan cuenta y cambian la irresponsabilidad educativa en responsabilidad social. Eso espero».

Antonio Illán Illán es catedrático de Lengua Castellana y Literatura.

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