Ni está loco ni nada que se le parezca, no vayan ustedes a pensar. Apareció por primera vez en las páginas de la revista ECOS a principios de enero de este mismo año y ahora está a punto de finalizar su cuarto embarque, durante cuatro meses seguidos, en uno de los barcos atuneros españoles que iniciaron su campaña de pesca allá por la costas de África del Este, Oriente Medio o Asia del Sur. Ahí es nada. ¿Su misión? Proteger a los pescadores de esos barcos de los posibles y continuos ataques de los piratas del Índico, esos que ya han costado más de un disgusto a pesqueros de diferentes nacionalidades. ¿Se acuerdan de la terrorífica odisea del Alakrana? Pues eso. Y se lo contamos en encastillalamancha.es.
Ni está loco ni nada que se le parezca, no vayan ustedes a pensar. Apareció por primera vez en las páginas de la revista ECOS a principios de enero de este mismo año y ahora está a punto de finalizar su cuarto embarque, durante cuatro meses seguidos, en uno de los barcos atuneros españoles que iniciaron su campaña de pesca allá por la costas de África del Este, Oriente Medio o Asia del Sur. Ahí es nada. ¿Su misión? Proteger a los pescadores de esos barcos de los posibles y continuos ataques de los piratas del Índico, esos que ya han costado más de un disgusto a pesqueros de diferentes nacionalidades. ¿Se acuerdan de la terrorífica odisea del Alakrana? Pues eso. Y se lo contamos en encastillalamancha.es.
Ahí es donde trabaja Mateo (nombre ficticio para preservar su verdadera identidad, que prefiere mantener en el anonimato), quien se conoce ya las islas Seychelles como si fuera Toledo (tiene su residencia en una localidad de la provincia) y donde está viviendo otra de sus «aventuras» hasta las cercanas Navidades.
«Aventuras» en las que el peligro se convierte en su compañero durante las 24 horas del día. Él lidera un equipo de cuatro personas que han de estar atentos a los posibles ataques de los piratas. Prevenir antes que actuar es su máxima, aunque si hay que luchar por la vida de los pescadores y de las suyas propias… Pues entiéndanlo. La vida es, a veces, como es.
La penúltima vez que embarcó fue el 14 de enero de 2011. En ese momento le conocimos. Su «casa» durante los próximos cuatro meses fue un barco atunero de nada menos que 105 metros y con una tripulación de 30 miembros. Era su tercer embarque, por lo que ya ha vivido 13 meses en el mar. E insiste hasta la saciedad en su forma de trabajar: «Lo más importante es la prevención, luego la reacción». Sobre todo en los momentos de máxima tensión, durante la «largada» (para que nos entendamos, echar la red), que es cuando el barco está parado durante dos o tres horas en un punto fijo y son blanco inmóvil para los piratas. «Cuando pueden aparecer por cualquier lado y si no has previsto la vigilancia puede ocurrir alguna desgracia».
Igual que durante los amaneceres y los atardeceres. «Son las horas más peligrosas, porque te pueden estar esperando». Como cuando en una ocasión «aparecieron cuatro barcas y tuvimos que repeler el ataque». No quiere dar más datos sobre el particular. Lo que se cuece allí, allí se queda. Su trabajo es proteger la vida de los marineros. Y a eso van. No son unas vacaciones pagadas, el trabajo es duro, hay tensión y manejan armas de forma continua.
«Me gusta la labor que hacemos», insistía Mateo en ECOS, «y el trato que tenemos con los marineros es fenomenal porque, dicho sea de paso, es muy importante que tengamos relación con ellos. De hecho, siempre he pensado que aquello es una familia. Y por ello no dudo en afirmar que me costó regresar para España una vez que terminamos el trabajo».
Mateo acaba de cumplir 45 años en septiembre y, como pueden ver en las imágenes, es pura roca. En sus «ratos libres» (o sea, cuando no está en el Índico tratando de espantar a los piratas) realiza labores de seguridad en la ciudad de Toledo. Una diferencia, como bien comprenderán, como la que hay de la noche al día.
ARMAS PESADAS COMO COMPAÑERAS DE VIAJE
Como bien se pueden imaginar, su trabajo en alta mar no es, ni mucho menos, una broma pesada. Ahí tienen las imágenes reales. Al menos la que tenemos a la izquierda, donde el arma se las trae, ¿eh? Por lo general utilizan un fusil HKG-36 del calibre 5.56 mm. o una ametralladora MG calibre 7.62 mm. A simple vista asusta.
Mateo siempre tiene ganas de regresar al barco. Le gusta. Pero no se equivoquen, no va a repeler los ataques de los piratas para hacerse rico. Lo hace por poco menos de 4.000 euros brutos al mes. «Esto no se hace por dinero, te lo aseguro; si no, solo hace falta ver las armas que llevan los piratas». Desde los legendarios kalashnikov hasta los modernos lanzagranadas. Mateo, sus tres compañeros y su «familia» de 30 marineros se juegan la vida en cada suspiro. Por eso insiste: «No, nosotros no estamos locos…».
…Y TRES O CUATRO MESES DE VACACIONES EN LAS SEYCHELLES
Durante los cuatro meses que Mateo y los miembros de la tripulación del atunero que defiende pasan en el mar han de ir en una ocasión a reponer combustible, dejar lo que han pescado y otros menesteres rutinarios. Es, junto a los días previos a la partida y después de terminar el trabajo cuando puede disfrutar de tres o cuatro días de vacaciones en las islas Seychelles. Un contraste espectacular.
Días en los que el barco queda «atracado» en los muelles y donde regresa por unas horas cuando quiere comer o cenar, o tan solo charlar, con quienes son sus compañeros de viaje. Sus defendidos, su familia…
La seguridad es su vida y a ella se quiere dedicar incluso cuando ya repela los ataques de los piratas del Índico. De ahí que siga impartiendo y recibiendo cursos de tácticas, de armamento… Su vida la dedica a intentar salvar las de los demás.
Y no, no está «grillao», no…
Un toledano entre piratas. ¡Ufff…!