Solo 450 niños saharauis llegaron los días 8, 9 y 10 de julio a Castilla-La Mancha. Un número mucho menor en comparación con los 1.025 que venían hace unos años.
La crisis de las hipotecas subprime, activos tóxicos y austeridad son términos extranjeros para los niños del campamento de refugiados en Argelia. Sin embargo su lejanía del asunto no los va a salvar de sus consecuencias. Hasta ahora siempre han sido los ayuntamientos quienes han pagado los vuelos de los niños que visitaban sus pueblos. A causa de los recortes, ya no pueden pagar el transporte, lo que supone que menos saharauis pisarán tierra castellanamanchega.
«Podríamos traer más niños» explica José Carrillo, vicepresidente de la asociación. «Recaudamos fondos para cubrir el coste del mayor número de vuelos posibles, 120 euros cada vez, con cenas solidarias, teatros, conciertos… el dinero lo sacamos de dónde podemos».
UNA DIFICIL DESCISIÓN PARA LOS ALCALDES
Francisco José García Galán, alcalde socialista del municipio toledano de Sonseca, admite que ya es tarde para llevar a algunos niños a su pueblo, pero explica que puede haber otra manera de ayudar a pesar de los recortes presupuestarios. «Es difícil hacer esa reducción, pero son muchas las personas que no tienen trabajo».
Vicenta Agustín, alcaldesa de Mascaraque y colaboradora de la fundación, lamenta la situación. Siendo un pueblo muy pequeño con recursos mínimos, añade, «me he visto obligada a recortar».
CADA VEZ MÁS LEJOS DE LA META ORIGINAL
La meta del proyecto inicial era que niños de ocho años se quedasen con una familia durante dos meses a lo largo de cinco años. Sin embargo, cada vez es más difícil conseguirlo. «Esto es lo ideal, pero sólo lo logramos en un 75 por 100 de los casos» añade el vicepresidente.
Las familias que se ofrecen para recibir un niño saharaui suelen tener niños de una edad parecida. Los dos meses suelen ser muy positivos aunque Carrillo apunta que las diferencias entre los estilos de vida a veces no son fáciles de asumir por ambas partes. «A un niño que ha vivido toda su vida en un campamento de refugiados le cuesta instalarse en un piso».
Frente a la pregunta sobre el futuro sombrío de la asociación, Carrillo responde que «no nos vamos a dar por vencidos, seguiremos luchando».