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23/07/2012junio 13th, 2017
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El pueblo ha salido a la calle pacíficamente porque no está de acuerdo con lo que pasa ni con las medidas del Gobierno. Por un lado, la sociedad contempla impotente, aunque ha decidido no callarse, que la crisis la pagan las capas más indefensas; es decir, las clases medias y bajas, mientras que escapan a ella y a las medidas más duras las grandes fortunas y los que deberían ser grandes cotizantes.

Por otro lado, la sociedad sigue viendo a una clase política entregada a las riñas partidistas, con un PP que se empeña en echar gasolina al incendio cargando toda la culpa al PSOE, como si ellos no hubieran gobernado ayuntamientos, comunidades autónomas y cajas; y un Partido Socialista que parece que no sea él el que acaba de entregar un país con cinco millones de parados y un déficit injustificable.


El pueblo ha tomado la calle porque está harto de oír la misma música a unos y otros, gobierno tras gobierno, mientras todo empeora. La letanía del yo no lo haría, pero me obligan las circuntancias no es nueva. Y se entiende en parte. Lo que no se comprende es porqué llaman «lo que hay que hacer» a subir los impuestos y las retenciones a las clases pobres y medias y, sin embargo, dicen que «es demagógico» criticar la amnistía fiscal y la falta de iniciativas correctoras para la tributación de las rentas más altas y las grandes fortunas. 

Yo creía que lo antiguo era favorecer los privilegios y diezmar a los que viven de su trabajo.

El pueblo ha tomado la calle, que es lo que pasa cuando no se está de acuerdo con lo que hace su Gobierno. Es normal y hasta sano, así que no frunzan tanto el ceño. Los políticos y sus partidos suelen manifestarse cuando le sacan rédito a la pancarta y les sirve para desgastar al contrario. ¿No lo pueden hacer los ciudadanos?

Por favor, escuchen a su pueblo, que tan masivamente les votó el año pasado en cada convocatoria y piensen más en él que en el contrario.

Que tampoco cante victoria el PSOE, no es mérito suyo el descontento con el PP ni capitaliza el desgaste, como demuestran todas las encuestas. La sociedad ve en los socialistas, aún sin renovar, a los protagonistas principales del problema; unas veces por acción, el déficit y la falta de medidas estatales; y otras por omisión, dejar a las comunidades autónomas y sus cajas saltarse a la torera las obligaciones para entregarse a un desenfreno de gasto e irreponsabilidad. No hubo ni tarjeta amarilla, todo el mundo pudo incumplir cuando el país lo gobernaba el PSOE y eso hace que su cosecha en pleno desgaste del PP sea estéril.

Los españoles no distinguen partidos cuando el 88 por 100 contesta que se merece un suspenso el trabajo de los políticos en España.

El PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero no vio la crisis, luego no quiso reconocerla, más tarde no supo valorar su alcance y gravedad y, finalmente, se quedó corto en el combate, una lucha que llegó después de haber estado unos añitos caminando en direccion contraria a las soluciones, por no abordar el recorte del gasto público o la grave situación del sector financiero y de las comunidades autónomas.

Pero las cajas no las hundió solo el PSOE. Ni es obra exclusiva de socialistas el desenfreno de las comunidades autónomas. Rajoy era el presidente del PP y exigía austeridad a Zapatero mientras algunos de sus dirigentes autonómicos se ponían las botas malgastando. Rajoy era el presidente del PP que bendijo la fusión ruinosa e irresponsable que ha hecho de Bankia el acelerante del deteriorro de la credibilidad del país, un mal que parece imparable.

El Gobierno del PP venía dispuesto a todo y estoy convencida de que con la firme intención de arreglar España aunque se quemara en el intento, pero ha llegado con respuestas de austeridad cuando las preguntas que hay que contestar ahora son las de cómo se va a crecer para poder pagar lo que se debe. Rajoy se sabía las respuestas por las que suspendió Zapatero, pero la etapa que su Gobierno ocupa en la crisis exige aprender otras lecciones y aplicar más soluciones que la tijera. 

Desde luego, no ayuda que la austeridad la soporte la economía en vez de la política y que el ajuste venga más por el lado de la subida de impuestos que por el del recorte de cargos políticos y nombramientos a dedo. Eso no ha convencido ni a los mercados ni al pueblo.

Las caras de los ministros viernes tras viernes rebelan claramente que no entienden nada de lo que está pasando, que les sorprende la virulencia de los mercados, la falta de respuesta a los sacrificios aprobados en cada Consejo, que no les queda mucho más que inventar y que el desánimo cunde. Baja la moral en las filas «populares», antesala de la disidencia interna.

Creo que el PP necesita un nuevo libro de instrucciones para la crisis y el PSOE un intenso tratamiento de fertilidad en personas y mensajes. Ojalá los dos lleguen a tiempo para corregir sus propios déficits.

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