Dos terceras partes de las medallas españolas en los Juegos Olímpicos de Londres las han ganado mujeres. Individuales o por equipos. Por agua o por tierra, ya sea en la piscina, ya sobre un tatami o una cancha, las chicas no han defradaudado. Y durante días se han convertido en reinas indiscutibles de la actualidad, los telediarios, las portadas y las conversaciones de todos y cada uno de los españolitos que levantábamos la moral y olvidábamos la prima de riesgo con cada uno de sus triunfos.
Ha surgido en estas semanas una nueva modalidad de deporte rey, el deporte femenino. Tradicionalmente olvidado y sometido a la penuria económica y al castigo de la invisibilidad para el gran público, incluso en aquellas modalidades donde practicadas por hombres son disciplinas bien pagadas y generosamente retransmitidas.
El caso es que las chicas nos han dado una lección a todos. Esfuerzo, disciplina, entrega, pasión por el oficio y sacrificio diario hasta la lograr una meta. El valor del deber cumplido y la satisfacción del trabajo bien hecho como recompensa sustituye a las cifras astronómicas que parecen ser la única manera de tratar a los que, por ejemplo, hunden bancos y cajas o practican otros deportes mayoritarios y son de sexo masculino.
Vamos, lo normal entre mujeres, condenadas a triunfar sí o sí en su triple condición de madre, ama de casa y trabajadora, en ese orden, que salvo para las generaciones más jóvenes, sigue siendo una ley natural. Un orden que los hombres alteran con pasmosa naturalidad en favor de su carrera profesional, política, empresarial, deportiva…
El caso es que las chicas nos han dado las medallas. Son más competitivas, más sufridoras y, por ende, más triunfadoras, aunque disponen de menos dinero y apoyo. Pero las federaciones deportivas siguen manejadas por hombres. Y no digamos ya en el escalón de los represetantes de comités olímpicos.
Ellas ganan, pero ellos mandan.
Es decir, que el deporte es como la vida misma. Las mujeres lo tienen más difícil y, sin embargo, muchas veces consiguen llegar más lejos, aunque solo son noticia cuando sus logros alcalzan el grado de extraordinarios. Eso sí, siempre que los hombres no hayan triunfado en la misma medida. Lo dicho, como la vida misma.
El pasado domingo el diario «El País» nos devolvía a la realidad a cuenta de los datos del Instituto Nacional de Estadística que rescataba. Ahí van algunos.
Hay mayoría de estudiantres universitarias y en muchas facultades entre los docentes, pero los altos cargos del gremio se lo llevan los chicos, incluidos los doctorados honoris causa.
Dice el diario que «la Academia de San Fernando tiene un 96,5 por 100 de hombres, más que en 2007. ¿Y de las ciencias exactas? Un 91, 6 por 100 son hombres. ¿Y de las ciencias políticas y morales, donde el 97,7 por 100 son hombres? ¿Cómo es posible que en la Academia de Medicina solo haya un 2,1 por 100 de mujeres?».
Porque ellas ganan, pero ellos mandan.
Por no hablar de la gran diferencia de salario que sigue habiendo: las féminas perciben, de media en España, el 77,5 por 100 del sueldo que se llevan los varones por el mismo trabajo. Datos del INE relativos a 2010, recogidos por El País en su edición de ayer.
Hasta se permite el periódico contar la anécdota de una consejera de una empresa del IBEX preguntando por «el baño de las chicas». No existe, porque aún la presencia de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas sigue siendo anecdótica. La planta noble de las compañías más importantes no tiene «baño de chicas», porque las únicas mujeres que se veían por allí eran las secretarias y para ellas ya estaban los aseos de los pisos inferiores, el alojamiento laboral del personal con menor cualificación.
Bienvenidas las medallas y el ejemplo de nuestras olímpicas. Muy oportuno para la clase política actual, tan dada al no podemos hacer, porque no hay dinero.
Una pastora, Maider Unda, ha ganado una medalla de bronce.
Las chicas del balonmano, con nuestra Macarena Aguilar a la cabeza, se tienen que ir a las ligas extranjeras para ganar un sueldo decente, pero han triunfado, pese a la falta de medios comparados con sus homólogos varones.
Las chiquitas team del oro en Elliot 6m carecían de barco hasta hace poco tiempo en términos competitivos.
¿Cuánto creen que ganan las waterpolistas que se han llevado la plata? ¿Y la subcampeona olímpica de taekwondo?
Como decía, un ejemplo y un orgullo.
Requeteolé. Aunque aún siga dándose eso de que ellas ganan y ellos mandan.