Conocidos desde el año 1986, los vestigios arqueológicos de las termas romanas de la plaza Amador de los Ríos de Toledo dan cuenta de la monumentalidad que debió de tener la ciudad en época romana. El Consorcio de Toledo ha publicado un vídeo en el que reconstruye cómo debieron ser estas instalaciones y cómo era la vida en la ciudad en la Hispania hacia el siglo II después de Cristo.
Los restos arqueológicos aquí conservados se convierten en referentes de los sistemas y procesos constructivos empleados en la ingeniería y arquitectura romanas de carácter civil, algunos de los cuales, como el empleo del hormigón de cal o el uso del arco formado por dovelas de piedra, supusieron una auténtica revolución tecnológica en la Hispania de la época. Estas innovaciones se encuentran bien representadas en este lugar, contando también con un tramo de canalización o galería abovedada fabricado con hormigón de cal y un arco formado por dovelas graníticas almohadilladas, que debieron formar parte del suministro de aguas limpias a la ciudad y, en concreto, dadas sus dimensiones, del abastecimiento a los edificios públicos de mayor importancia.
Según explica el Consorcio, sobre estas estructuras se dispuso un complejo arquitectónico con una funcionalidad exclusivamente balnear o termal. Los restos aquí documentados configuran al menos dos estancias, la primera de ellas mal conocida por el momento, siendo la segunda una estancia rectangular, cuyo subsuelo fue dotado de un sistema de calefacción destinado a caldear el alzado de la sala, configurándose como una suerte de sauna o sala cálida, básica en el ritual romano del baño y presente en todas las construcciones termales del momento. Las dimensiones de este caldarium, la cuidada planificación de su construcción y los materiales utilizados en su decoración permiten indicar un carácter público del edificio, levantado, sin ninguna duda, bajo los auspicios del poder Imperial.
Por lo que respecta a la cronología de los restos, aunque en su edificación se pueden apreciar dos momentos constructivos claramente diferentes, corresponden a un período situado entre fines del s. I y mediados del s. II d.C.
Con el tiempo, el edificio debió arruinarse, siendo afectado y reutilizado por nuevas estructuras levantadas en épocas posteriores, tales como el silo fechado entre los s. XII a XIV; los dos aljibes emplazados en su sector occidental, fechados a partir del s. XVI., o los pilares de hierro que soportan la estructura edificada del actual inmueble, levantado a principios de la década de 1990.
En el año 2002, el Consorcio de la Ciudad de Toledo decidió abordar la puesta en valor de estos importantísimos restos arqueológicos dentro de un proyecto global de recuperación de la memoria histórica de la ciudad.