Desde el año 2013 Castilla-La Mancha cuenta con un equipo de intervención rápida para grandes catástrofes, un servicio de apoyo sanitario, psicológico y social que presta Cruz Roja a través de un convenio con la Junta de Comunidades y que en los últimos años, a través de otro convenio con el Gobierno regional, se ha especializado también en situaciones de emergencia de menor dimensión pero de mayor frecuencia, aquellas en las que es preciso atender a los afectados de determinados incidentes o a sus familiares, prestándoles un apoyo anímico y psicológico para afrontar una desgracia imprevista.
José María Ortiz, director provincial de Socorro y Emergencias de Cruz Roja Toledo, ponía de manifiesto que este último grupo de intervención psicosocial está formado por voluntarios, alrededor de 70 en la provincia de la que es responsable. En lo que va de año han atendido 17 alertas y han protagonizado 20 intervenciones.
Junto con José Manuel Ortiz, Juan Manuel Barrachina -psicólogo y uno de los voluntarios más veteranos, encargado además de la formación- explicaba que a ellos la llamada de socorro les llega desde el 112, organismo que alerta al Centro Nacional de Coordinación de Cruz Roja, el cual -a su vez- avisa de una posible intervención o de una intervención inmediata. «Lo habitual es que primero haya una situación de alerta y a continuación esa alerta se convierta en intervención», apuntaba.
Desde que se produce ese aviso de intervención, el equipo -formado, al menos, por un psicólogo y otra persona más (que puede ser un enfermero, un trabajador social o un voluntario de apoyo)- tiene una hora para reunirse en un lugar de encuentro previamente determinado. A partir de ese momento, el jefe del equipo de pone en contacto con el Centro Nacional de Coordinación para pedir la última hora de los acontecimientos, por si hubiera habido cambios respecto a la información inicial que recibe, y perfilar así el plan de acción. Cuando esto ya se ha producido, tienen un margen máximo de dos horas para trasladarse a cualquier punto de la provincia.
Ya en el escenario del trágico acontecimiento, las fuerzas de seguridad les facilitan el acceso a los familiares para acometer una importante labor no solo psicológica, también de tipo médico, social… Barrachina explicaba a encastillalamancha.es que lo primero es intentar bajar el nivel de activación de la persona y que esta pueda hacerse cargo de la situación, «que tome consciencia de lo que está pasando y que pase por todas las fases del duelo para que no se convierta en un duelo problemático».
Para ello es fundamental, añadía, transmitir calma y serenidad, «buscar un sitio aislado y tranquilo en el que poder hablar, porque los afectados necesitan su privacidad». Lo mejor, asegura, es dejarles hablar, que expresen lo que sienten; «esta es la mejor terapia». Afirma que en un 90 por 100 de los casos la persona se abre al profesional, incluso más que con sus más allegados. Los hay también que se encierran en sí mismos y no quieren hablar. «Nosotros nunca obligamos», ponía de manifiesto Barrachina.
Considera que hay que tener muy presente que cuando una persona se enfrenta a un hecho traumático, como la pérdida de un ser querido de manera imprevista, se encuentra en estado de shock, «lo vive como si fuese una película». Por ello, todos los pasos anteriores son importantes para que puedan normalizar la situación y tomar las riendas de lo ocurrido. Además, «les preparamos para lo que les viene después, para que sepan que todo lo que están pasando y lo que pasarán más adelante es normal».
Los casos más frecuentes de intervención, los suicidios
Los casos más frecuentes en los que interviene esta unidad de Cruz Roja son los suicidios. Desde que se puso en marcha en 2014, de las 152 actuaciones realizadas, alrededor de 60 han tenido que ver con episodios de este tipo. Barranchina destacaba que otros casos habituales están relacionados con las desapariciones, la violencia de género, los accidentes de tráfico, los siniestros laborales, los ahogamientos…
Ponía el acento en que, aunque existen protocolos para cada caso, lo cierto es que cada uno se aborda con sus peculiaridades ya que «no es lo mismo que a un hijo se le muera una madre que a una madre se le muera un hijo».
A pesar de la preparación, «estos casos siempre te afectan». Barrachina, al igual que sus compañeros, saben a lo que se exponen: noches sin dormir pensando en lo ocurrido, en si la ayuda prestada ha sido la suficiente… La experiencia es la única que te permite ponerte una especie de «anestesia emocional», «muy necesaria para seguir desarrollando esta labor».
El psicólogo Juan Manuel Barrachina -un funcionario de la Junta a quien su vocación de ayudar le llevó a entrar en Cruz Roja como voluntario en 2013- asegura que el caso que más le ha afectado fue la tragedia que se vivió en Fuensalida (Toledo), en noviembre de 2014, cuando murieron atropelladas tres chicas de 12, 15 y 16 años, quedando también en estado crítico un cuarto joven de 17 años.
No es de extrañar, pues, que este grupo de intervención psicológica preste también apoyo a los trabajadores de los organismos intervinientes en emergencias que puedan verse afectados anímicamente durante su participación en algún accidente o incidente de gravedad.