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28/08/2012junio 13th, 2017

Si tiene que elegir, prefiere pasar el verano tranquilito y en la montaña porque eso del calor no lo lleva demasiado bien. Es Roberto Perea, presidente de la Federación Regional de Artesanos de Castilla-La Mancha (Fracaman), quien recuerda con especial cariño los veranos que pasaba en la casa de su abuela, en Toledo. Ha viajado por muchos países del mundo y, durante los últimos años, lo ha hecho como representante de la artesanía castellano-manchega.

Los veranos en Toledo eran especiales. Él, que vivió de pequeño en la capital regional hasta que se marchó a Talavera cuando su padre tuvo que trasladarse por motivos laborales, pasaba los meses estivales en la casa de su abuela que estaba en la calle de Santa Ana, en el casco antiguo de la ciudad. Perea fue de los privilegiados que se pudieron bañar en el río Tajo a su paso por la capital regional. Antes de llegar a la Cava se encontraba la «playa» donde pasaba los días de verano y de la que guarda gratos recuerdos, aunque el verano no sólo era el río. Salir a la calle a jugar con los amigos o visitar al carpintero del barrio formaban parte de su día a día. «Casi que ése fue mi primer contacto con la artesanía», recordaba Perea.


EL SUR DE ESPAÑA, CEUTA, EL MAR…

Roberto Perea suele aprovechar los viajes de trabajo para visitar turísticamente las ciudades, siempre que le quede tiempo. Así fue como conoció la ciudad de Ceuta. Tenía especial curiosidad por conocerla porque «mi padre hizo el servicio militar allí y, aprovechando que estaba cerca por motivos de trabajo, me acerqué a verla». De este modo conoció los lugares donde su padre había estado y de los que siempre le había contado alguna historia.

Desde hace ya unos años representa a los empresarios del sector artesanal, lo que supone hacerlo no sólo en Castilla-La Mancha sino también a nivel internacional. De ahí que anualmente tenga que viajar al extranjero para ver alguna feria o estar presente en algún evento relacionado con la artesanía. «Al final uno los cuenta como vacaciones», comentaba Roberto, porque al final tiene que preparar estos viajes durante todo el año. Entre los destinos se encuentra Milán (Italia), Miami (EE.UU.), Japón, Méjico, Alemania, República Dominicana… Aunque para él como «Toledo no hay otra ciudad» porque «es de esas ciudades que enamora».

De sus viajes recordaba especialmente cuando llegó a Nagoya (Japón) donde «nadie hablaba inglés» y donde la comida «¡está viva!». El viaje era con motivo de la Exposición Universal, allí compartió hotel con el restaurador Adolfo y ¡menos mal! porque «si no llega a ser por su vino y sus lonchas de jamón» lo habría pasado bastante mal en cuanto a gastronomía se refiere, ya que lo que realmente le gusta es «la cocina mediterránea».

En Méjico compartió su conocimientos sobre la artesanía con ceramistas locales y en Miami se quedó impactado con la feria que visitó porque «los americanos lo hacen todo a lo grande» y la feria no fue menos.

Perea siempre recordará la primera vez que fue a la playa, tenía 10 ó 11 años y estuvo en la de Villajoyosa (Alicante); la primera vez que viajó solo en avión, se trataba del viaje de fin de curso con los Maristas a Gran Canaria y Tenerife; la primera vez que salió al extranjero, era un viaje de trabajo a Milán (Italia) para ver un instituto de diseño donde trabajaban con los artesanos… Pero de quedarse con alguna ciudad del mundo escoge sin lugar a dudas Toledo.

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