Sergio Morate ha sido condenado a 48 años de cárcel al considerársele autor de los asesinatos de su expareja, Marina Okarinska; y de la amiga de esta, Laura del Hoyo, en agosto de 2015 en Cuenca. La decisión del tribunal se ha conocido tan solo 10 días después de haber finalizado la vista oral del juicio desarrollado en la capital conquense.
De este modo, el presidente de la Audiencia Provincial, José Eduardo Martínez, mantiene las penas que había pedido para Morate la representante del Ministerio Fiscal en el caso, Cristina Moruno: 25 años por asesinar a Marina y otros 23 por hacer lo mismo con Laura. La pena por la muerte de su expareja es mayor al tener un componente de violencia machista.
La sentencia ha sido leída esta tarde en la Audiencia Provincial de Cuenca, aunque Morate no ha estado presente y lo ha seguido por videoconferencia desde la cárcel en la que está preso, la de Estremera, en Madrid.
En el «caso Morate» ya solo quedaba por conocer la pena que el Tribunal impondría al acusado después de que el domingo 29 de octubre el jurado popular por unanimidad dictaminara la culpabilidad de Morate.
Seis días de vista oral con momentos muy duros
Sergio Morate mató a Marina y Laura el 6 de agosto de 2015. La vista oral arrancó el día 23, tras una tensa llegada entre insultos del ahora condenado a la Audiencia Provincial de Cuenca, comenzó el juicio con la negación de Morate a contestar ninguna de las preguntas, que se sumarían a su silencio en el alegato final. Entre tanto, la familia y amigos de Marina relataron diversos episodios de violencia de género por parte de Morate. Además, en el primer día de vista, la hermana de Marina le pidió al acusado que tuviese valor y mirase a su madre a la cara después de haber asesinado a su hija.
La vista siguió y entraron en juego tanto la Policía como vecinos de Palomares, lugar en el que Sergio Morate quería deshacerse de los cuerpos enterrándolos en cal viva, o la mujer del amigo rumano que acogió al acusado tras los crímenes, quien explicó que Morate les había confesado el asesinato de Marina.
Los policías contaron lo que en su día les dijo Morate mientras le trasladaban a España tras se extraditado desde Rumanía. Recalcó que no quería matar a Laura, pero que fue su única vía para que no se descubriese el asesinato de Marina. Además, se autoinculpaba y decía que la había «liado gorda» y que era consciente de que lo tenía bastante complicado para librarse de la condena. Además, algunos vecinos le situaban en Palomares durante la noche en la que cometió los crímenes y donde enterró los cadáveres y el lugar donde se estrecharía el cerco.
Porque en Palomera se halló una de las piezas claves para incriminar al condenado por el doble asesinado: una botella con agua de la Virgen de Lourdes. Lo cierto es que el análisis pericial de esta botella encontrada junto a la fosa en la que enterró los cadáveres dictaminaba que había ADN de Morate.
La sentencia es el punto y final a un caso que conmocionó a toda la ciudad de Cuenca y que trascendió a todos los rincones del país. La gravedad de los hechos no pasó desapercibida para nadie y ahora tampoco para la Justicia que, tras comprobar su autoría, ha condenado a Sergio Morate a estar en prisión los siguientes 48 años.