Muchos expertos aseguran que algunas de las alteraciones más palpables que derivan del cambio climático son el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos o la agudización de los períodos de sequía. Una buena muestra de ello ha sido el 2017 en Castilla-La Mancha, donde uno de los años más secos ha dejado un buen número de tormentas torrenciales y granizadas en muchos puntos de la región.
La ciudad de Toledo fue una buena muestra de ello. Casi hubo que sacar los remos en muchas calles donde el agua se erigía casi un metro sobre el firme. O en el hospital Virgen de la Salud, donde todos los esfuerzos por achicar eran pocos para limpiar el agua que entró por la zona de las Urgencias. ¡Vaya tarde la de aquel día!
Pero lo impresionante de este curso ha sido la frecuencia con la que se han producido estas grandes tormentas y granizadas. También escuchábamos cómo un agricultor en Cuenca ironizaba consternado ante la granizada: «¡Ya está todo vendimiado!». Y es que en muchos lugares de la vitivinícola La Mancha el pedrisco hizo verdaderos estragos.
Las descargas salvajes de agua convirtieron las calles en auténticos ríos. Como sucedió en Cobisa, Cebolla o Azucaica (Toledo), donde hasta el Tajo en muchos momentos añoraría su caudal.
Con muchísima virulencia cayó el agua sobre la capital conquense en dos ocasiones. En una, un temerario conductor se metió en un gran lago del que hubo que rescatarle mientras su coche se hundía.
El año de las tormentas ha dejado imágenes impactantes, como ha ido recogiendo encastillalamancha.es a lo largo del año y aquí van unos cuantos ejemplos de que en 2017, ¡el tiempo de ha vuelto loco!