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Libro "Les voy a contar" 22/09/2012junio 13th, 2017

El ex presidente del Congreso y de la Junta de Castilla-La Mancha, José Bono, rompió en 1992 con Alfonso Guerra y revela ahora los motivos para acabar su amistad con el entonces vicesecretario del PSOE, alguien que se creía «dueño de voluntades ajenas» y que era, dice, «un profesional, un perito en intrigas». La conversación que mantuvo con Guerra el 8 de abril de 1992, en la que decide «no soportarle mansamente ni un día más» y terminar con una «situación de dependencia y subordinación», abre el primer volumen de los diarios de Bono, que llega a las librerías publicado por Planeta el martes 25 de septiembre con el título «Les voy a contar».

La Agencia Efe ha tenido acceso a varios extractos de esta primera entrega de tres volúmenes, en el que Bono repasa buena parte de los años 90, el fin del «felipismo», las luchas intestinas en el PSOE o las relaciones de la política con la banca o la Iglesia.


El primer capítulo recoge la ruptura con Guerra, que le reprocha falta de lealtad y le acusa de haber organizado una cena en Toledo para «impulsar a (Narcís) Serra«, que le había sustituido en la vicepresidencia del Gobierno de Felipe González.

«‘Estuve a punto de prohibirla (la cena)’ me dice. ¿Prohibirla? Se considera dueño de voluntades ajenas; Guerra tiene una idea del poder en la que sólo caben subordinados que le obedezcan o le halaguen», narra Bono.

«Guerra se cree más que los demás y, por supuesto, mucho más que yo. Lo más peregrino de la conversación es su teoría sobre la conspiración universal contra el partido, es decir, contra él», continúa, convencido de que el dirigente socialista «no soporta haberse ido del Gobierno y que el mundo siga girando como si nada hubiese ocurrido».

Fue el entonces presidente del PSOE, Ramón Rubial, quien animó a Bono a escribir un diario después de que éste le contara su cita con Guerra.

Meses después, en abril de 1993, continúa la lucha intestina en el PSOE y Bono recoge unas palabras de González: «Sin ánimo de desprecio u ofensa, Guerra está mal. Nunca le he dejado que su sectarismo se traduzca o se traslade a las decisiones de Estado. A todas las personas que no gozan de su confianza las considera desleales».

Según Bono, González coincide con su visión: Guerra «no ha asumido que le cesara como vicepresidente»; «desde entonces está intentando llevar adelante una política sesgada hacia la izquierda que considero equivocada y alejada de los intereses nacionales».

El político castellano-manchego también recuerda el fichaje de Baltasar Garzón en 1993, una «operación» montada por él y con la que pensaba que se borraría «de un plumazo el injusto estigma de corrupción generalizada» que pesaba sobre el PSOE.

Garzón, según Bono, también propuso a González «apartar a Guerra, que no vende ni una escoba», a lo que el todavía jefe del Ejecutivo respondió confesando que siempre había tenido importantes discrepancias con su segundo: «de acuerdo, lo que se dice de acuerdo, nunca estuve con Guerra».

«EL ÚNICO SUSPENSO DEL REY: NO SUPO PINTAR LA BANDERA DE LA FALANGE»

Bono también revela en sus diarios algunas de sus conversaciones con el rey, cuyo único suspenso fue en «Formación del Espíritu Nacional», cuando no supo dibujar una bandera de Falange; «creo que pinté una bandera republicana y me suspendieron», le contó.

El expresidente castellanomanchego reproduce historias del monarca, que recuerda, por ejemplo, que cuando se examinaba de bachiller pasaba vergüenza, porque se trataba de pruebas orales y sus compañeros, en ocasiones, «pateaban o protestaban» su presencia, «sin duda alimentados por padres falangistas».

Recuerda también el monarca en presencia de Bono su primer encuentro con Francisco Franco: «Tenía ocho años y me llevaron al despacho del caudillo. Yo me distraje un poco porque vi pasar un ratón y, por lo visto, aquello no gustó a Franco: ‘Este chaval no hace caso a lo que se le dice’. Ya me contarás si no era para distraerse ver un ratón en El Pardo».

El diario dibuja también escenas del 23F, como cuando el rey cuenta, según recoge Bono, que no se fiaba de algunos generales, pero que tenía que «disimular para que no estallara el país». «Si no hubiésemos sido prudentes, nos explota España en las manos», añade el monarca.

Durante un viaje a Barcelona, la infanta Pilar, hermana del rey, también le relató detalles de la jornada del golpe de Estado, que pilló a la infanta Margarita dormida.

«Mi hermana tiene la virtud de dormirse en una silla sin descomponer su figura y así estaba el 23F cuando se produjo un tremendo ruido que la despertó y, sorprendida, gritó al rey: ‘¡Los tanques, Juanito! Manda que me suban unos huevos fritos, que a mí me llevaran presa los militares, pero no me cogerán con el estómago vacío, ¡coño!».

Según la infanta Pilar, el general Alfonso Armada era un «maleducado» que «permanentemente dejaba con la palabra en la boca» a su hermana en las tertulias. «Claro, con ella lo conseguía porque era ciega, pero conmigo no», le dijo a Bono.

El rey encomendó a la infanta Pilar que informara a don Juan de lo que estaba ocurriendo en Madrid, ya que se encontraba muy preocupado en Estoril y ella, explica, lo hizo «contándole lo que yo creía que estaba pasando, ya que a mi hermano no se le podía preguntar».

Dos meses antes de morir don Juan, Luis Reverter, entonces en Presidencia del Gobierno, regresa de Zarzuela y le apunta que el padre del rey no está tan mal como se ha dicho, «se ha levantado de la cama, está jugando a las cartas y pronto pedirá una ginebra».

El rey había decidido enterrar a su padre en el Panteón de los reyes de El Escorial y Reverter tenía un cartapacio con el protocolo de la ceremonia, incluso con los invitados al sepelio. «¡Estos Borbones son ciertamente especiales! Hasta se preocupan de a quién debe invitarse a sus entierros», destaca Bono.

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