«La ternura se desplaza por los pasillos del Hospital Virgen de la Salud de Toledo y del Virgen del Valle con zuecos de plástico de mil y un colores y bolsillos repletos de bolis fluorescentes. Viste de blanco o verde quirófano. Así lo he podido comprobar durante los últimos 80 días de mi vida.
A veces lleva un aparato para medir la tensión, otras un mueble con ruedas y muchos cajones donde están las medicinas que curan las cosas del cuerpo y otras lleva un digno carrito de limpieza, con todos sus atalajes para limpiar todo lo que haya que limpiar. Pero son sus portadores, los que van ataviados con esas batas o pijamas blancas o verde quirófano, los que inoculan ternura a cada paso que dan.
La ternura no es simplona, ni noña, no es ingenua ni bobona…
En ocasiones hay que hacer esfuerzos para ver el nombre anotado a boli o con una etiqueta… No hace falta que te quedes con todos los nombres ni que los recuerdes todos, porque siempre habrá alguno que se te olvide. Ellos te ponen las medicinas, te toman la tensión, te hacen la foto para ver si tienes fiebre, o te cambian las toallas y las sábanas. Unos hablan más que otros, unos son más simpáticos y más agradables, otros son discretos en su relación con pacientes y familiares… pero todo ellos acumulan en su interior cientos de historias que se dan en los pasillos y en las habitaciones de un hospital.
La ternura no es simplona, ni ñoña, no es ingenua ni bobona. Son testigos de silencios, de lágrimas que no se ven y de llantos desconsolados… siempre saben estar, con un silencio, un buenos días o simplemente un qué tal va la cosa. Ellos saben la mucha vida que tienen entre manos, saben del sufrimiento y del dolor, sin que tengan que mirar una historia o esperar una prueba diagnostica.
Claro que hay listas de espera, y colas, muchas colas y claro que el hospital está viejo y necesita una manita… Pero el hospital no lo hacen los ladrillos, ni los TAC ni el último modelo en Resonancia Magnética. El hospital tiene vida en tantas y tantas personas que desde las señoras y señores de la limpieza hasta celadores, auxiliares, administrativos, enfermeras, capellanes, investigadores, conductores de ambulancias, personal de cafetería y cocina, servicio de mantenimiento, farmacia, médicos residentes, especialistas, jefes de equipo… todos y cada uno de ellos aplican todo aquello que una persona necesita para vivir o, también, para morir con dignidad.
Alegría para dar la bienvenida a un niño que nace, ánimo para que esos mayores puedan volver a andar agarrándose a un andador, ilusión por comenzar una nueva etapa tras superar un cáncer, ganas de superar un ciclo más de radioterapia, humor para saber afrontar que a partir de en tus útiles de aseo entra un pañal o una sonda vesical, templanza para afrontar los cuarenta pasos que separan la sala de espera de la UCI del módulo de Neurocríticos, fuerza para asumir que a veces la enfermedad llega y se queda, amor para demostrar que, aunque no te conozcan de nada, saben de tu sufrimiento y de tus incertidumbres y ternura, mucha ternura, que en los hospitales viste de blanco o de verde quirófano.
A todos esos administradores de ternura, gracias por estar ahí, gracias por vuestros silencios, por vuestra mirada cómplice, por vuestro chascarrillo, por hablar del tiempo cuándo se necesita hablar de otra cosa. A todos, gracias».
Dedicado especialmente al personal de UCI y del Servicio de Neurocirugía del Hospital Virgen de la Salud y al personal de la Unidad de Media Estancia del Hospital Virgen del Valle de Toledo.
Ana Isabel Jiménez Serrano. Toledo