En el escenario profesional he sido muchas veces la única mujer y durante años la única mujer y la persona más joven del grupo. Doble reto. Desde luego al inicio del camino, aún la década de los años 90 del siglo XX, ser directora de un medio de comunicación era una excepción. Afortunadamente, esta circunstancia es cada vez más frecuente, pero entonces y con menos de 30 años era ¡una insolencia!.
Profesiones de mujeres en las que mandan los hombres
El periodismo es, como tantas otras, una profesión en la que la mayoría de sus estudiantes y profesionales son mujeres, pero en la que un techo de cristal hace que a los puestos directivos de los medios de comunicación solo llegaban hombres hasta hace poco y solo una minoría de mujeres en la actualidad, un pequeño porcentaje de las que ejercen. Nunca tuve una jefa.
Si tomabas como principal vía el periodismo político -mi caso- el universo masculino era ya total. Tus entrevistados, hombres. Tus fuentes, hombres. Tu día a día, un canto a la masculinidad. La testosterona era la hormona dominante desde el principio al fin, daba igual el día, el tema, la institución o el escenario. La política es poder y el poder en España estaba ocupado prácticamente solo por hombres hasta hace muy poco.
«No pareces una mujer»
En los primeros años, a veces me decían: «Es que tú no pareces una mujer». Hoy sonaría a insulto. Entonces yo sé que me lo decían con la intención de un cumplido, porque las cosas eran así, por más que yo las viera y las viviera diferentes.
A mi primera entrevista de trabajo acudí con un compañero varón. Éramos aún estudiantes. El editor nos preguntó a los dos si teníamos novio/a. Ambos contestamos que sí. Y él no dudó.
«No es una buena señal me dijo; las mujeres enamoradas os distraéis mucho con esas cosas». Así lo pensaba y así me lo dijo. A mi compañero, sin embargo, le animó: «Buena señal, los hombres se centran cuanto están con una mujer y se descentran cuando no tienen novia». ¡¡¡Como lo leéis!!!
Yo alucinaba tanto entonces como lo haría ahora con ambas frases. Aunque, como podéis imaginar, ya no las oigo. Nadie hoy, y solo han transcurrido unas décadas, diría «tú no pareces una mujer» para elogiar el comportamiento personal y/o profesional de una de nosotras.
[ze_summary text=»Tener novio era mala señal para una chica pero buena para un chico… Muchos pensaban que el amor a las mujeres nos descentra y a ellos les centra «]Tener novio era mala señal para una chica pero buena para un chico… Muchos pensaban que el amor a las mujeres nos descentra y a ellos les centra [/ze_summary]
Pero entonces… Estaban aún tan asumidos los roles diferentes y diferenciados que a (casi) nadie le parecía sexista un comentario como ese.
Obviamente he pasado por eso de «quiero hablar con el jefe» si era yo quien recibía a alguien que acudía a la oficina para algo «importante».
Porque las mujeres no tomaban decisiones relevantes, no estaba bien visto que tuvieran ambición por prosperar, no ocupaban los puestos de mando, no les preocupaba la eficacia ni ser la primera de la lista.
Decisión, ambición o eficacia… Cuestión de testosterona
La decisión, la ambición, la eficacia, el mando, echarse para adelante eran comportamientos asociados de manera natural a la testosterona. Si se daban en una mujer generaban extrañeza -en el mejor de los casos-; desconfianza, en general; y se trataba como un comportamiento desafiante que muchos no estaban dispuestos a asumir más que como algo exótico e infrecuente.
Escribo hoy este artículo más con la voluntad de compartir experiencias que la de pontificar sobre ellas. No se puede negar la evidencia de que la igualdad de oportunidades no es real ni siquiera en los países más avanzados. Pero tampoco se puede afirmar que la sociedad no se ha movido, por más que aún queden muchos casos de discriminación que relatar.
Hagamos que lo conseguido sea irreversible y solo un escalón para los avances que aún quedan.