Al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no le gusta que le digan o sugieran lo que debe hacer. Ni le gusta que se lo digan los partidos de la oposición de manera unánime, como ha ocurrido con algunas leyes aprobadas solo con los votos del PP, ni que se lo digan determinados colectivos ciudadanos en manifestaciones masivas, ni tampoco los dirigentes de su partido. En ocasiones parece que, cuando le piden algo, él disfruta haciendo lo contrario.
La periodista de la cadena Ser María Jesús Güemes, que sigue las actividades del PP y conoce bien este partido, ha comentado que en el propio Partido Popular hay quien se queja de que Rajoy «no escucha» a la ciudadanía con la atención que debiera y que se ha convertido en «un líder sordo», alejado de la realidad. Y la actividad diaria del presidente parece que confirma esa opinión.
Las protestas de los pensionistas
Un buen ejemplo de esa actitud de Rajoy son las recientes manifestaciones de decenas de miles de pensionistas. El 22 de febrero varios miles de jubilados lograron lo que antes no habían conseguido ni el movimiento del 15M ni otros colectivos ciudadanos: llegar hasta las puertas del Congreso de los Diputados, traspasar la barrera de seguridad, cortar la Carrera de San Jerónimo y bloquear durante más de dos horas el acceso al edificio.
Esas personas, en su mayoría de la tercera edad, salieron a la calle convocadas por la coordinadora estatal en defensa de las pensiones públicas, no por los sindicatos ni por los partidos de la oposición. Y también se manifestaron en Barcelona, Bilbao, Zaragoza, La Coruña, Pamplona y otras muchas ciudades.
Una semana después, el día 1 de marzo, miles de personas se han concentrado en las capitales de provincia, convocadas esta vez por CCOO y UGT, con la misma exigencia: pensiones dignas, que suban cada año según el Índice de Precios de Consumo (IPC) y no solo el 0,25% que han subido en los cinco últimos años, por decisión del Gobierno del PP.
La amenaza de Ciudadanos
Algunos dirigentes del PP dicen en privado que Rajoy debería escuchar con más atención el clamor y las protestas de los pensionistas, porque en ese sector es donde el partido consigue más votos. También les preocupa el batacazo electoral que sufrieron en las últimas elecciones autonómicas catalanas y el ascenso de Ciudadanos en todas las encuestas, que ven como una seria amenaza para el partido del Gobierno.
A pesar de esos temores, el presidente no ha reaccionado hasta que ha visto que le iban a obligar a comparecer en el Congreso, para debatir sobre las pensiones públicas y su futuro, porque todos los grupos han dicho que apoyarán la petición de comparecencia que presentaron Unidos Podemos y Compromis. Solo entonces ha solicitado Rajoy comparecer, porque hasta entonces había hecho oídos sordos a las manifestaciones de los pensionistas.
Luis de Guindos aún es ministro
Otro ejemplo de su sordera ante las peticiones de la oposición o de su partido es el futuroi relevo de Luis de Guindos como ministro de Economía, Industria y Competitividad. El 27 de febrero superó el examen en la comisión de asuntos económicos del Parlamento Europeo para ser designado vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), que deberá ser aprobado por el pleno y, posteriormente, nombrado por los jefes de Estado y de Gobiderno de la UE.
Desde distintos ámbitos pidieron a Rajoy hace semanas que sustituyera a De Guindos cuanto antes, porque no parecía muy adecuado que suiguiera de ministro mientras estaba en pleno proceso para ocupar un cargo que requiere independencia política de partidos y gobiernos. Pero Rajoy se lo ha tomado con calma, ha anunciado que nombrará al sustituto o sustituta el 5 de marzo y que será el único cambio que lleve a cabo en su gabinete. También hace oídos sordos a quienes, desde la oposición y desde su partido, le piden que aproveche ese relevo para cambiar a algunos ministros más del Gobierno actual.
Se podrían citar otros ejemplos, como la aprobación de la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana -conocida como Ley Mordaza- únicamente con los votos del PP y con el rechazo unánime de todos los partidos de la oposición y de los más diversos colectivos ciudadanos. Pero las pensiones y el lento relevo de De Guindos son dos buenos botones de muestra de la sordera del presidente.
¿Será verdad que Mariano Rajoy no escucha la voz de la calle con la atención necesaria? En su entorno más próximo lo niegan, y para demostrarlo hablan de sus entrevistas, visitas a sedes de su partido, actos públicos, fotos, viajes… Quizá tengan razón, pero salir a la calle y hacerse fotos saludando a gente no basta: mientras el presidente y sus ministros sigan diciendo que los jubilados no han perdido poder adquisitivo y se agarren como clavo ardiendo a repetir que Zapatero congeló durante un año las pensiones, seguirá siendo un presidente sordo ante los problemas de la ciudadanía.