Respeto la independencia judicial tanto como la de los periodistas, pero no menos que acato la libertad de expresión de todos. Naturalmente, hablo de lo sucedido tras la sentencia que condena por abusos sexuales y no por agresión a los miembros de «La Manada».
Sé lo que son las presiones y las modas y que algunos oficios tenemos encomendados abstraernos de todo para poder ejercer nuestra función social tal y como se espera de nosotros. Más allá de que nuestros actos sean mayoritariamente aceptados, reconocidos o criticados.
Pero no se pueden confundir las críticas a una sentencia con presiones contra la independencia. La sociedad encarga a los jueces hacer justicia y, por lo tanto, puede exigirles explicaciones si no la encuentra en sus actos y sentencias. Es lo que ha ocurrido con las protestas y manifestaciones contra la llamada sentencia de «La Manada».
Un antes y un después de «La Manada»
Que no se nos olvide cómo es la ecuación. La justicia y, por lo tanto los jueces encargados de impartirla, sirven a la sociedad. Impartir justicia es un encargo que la sociedad hace a sus jueces, que tienen esa responsabilidad y esa prerrogativa. Y cuando la sociedad, mayoritariamente, no reconoce ni encuentra justicia en las sentencias de sus jueces es porque no se ha hecho, no se ha explicado bien o ambas cosas.
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La sociedad no puede imponer modas a los jueces ni mucho menos hacer depender la aplicación de las leyes de los estados de opinión de cada momento. Pero los jueces no pueden escudarse en tecnicismos para dar la espalda a lo que la sociedad espera de ellos en casos tan alarmantes y graves como el juicio a “La Manada”.
Nadie es infalible, ni individual ni colectivamente. Los jueces tampoco.
Si los hechos probados dan la razón a la víctima de «La Manada», concluir que no ha habido agresión sexual sino abuso, porque no hay intimidación ni violencia, no lo entiende ni Dios. Ni ninguna sociedad.
Que una joven de ¡18 años! rodeada por cinco hombres mayores en edad y más grandes en número y corpulencia no sea considerada una víctima intimidada es algo que no cabe en la inteligencia humana. Y si cabe en el texto confuso de alguna ley, desde luego habrá que cambiarlo. Pero con las leyes vigentes hay muchos condenados por violación con menos hechos probados de los que recoge la famosa sentencia de “La Manada”. De ahí las dudas, las críticas y la alarma desencadenadas.
Estoy convencida de que cualquier sociedad occidental se habría levantado igual contra una sentencia como esta. Veremos qué ocurre en el largo devenir de recursos que la espera hasta que llegue a la última instancia.
Seguramente habrá un antes y un después de esta sentencia. Para todos.