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29/10/2012junio 13th, 2017
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El PSOE es un partido hecho para gobernar; o sea, para ganar las elecciones. Y cuando falla en su objetivo reiteradamente pierde sentido. Las derrotas continuadas generan tal confusión y frustración que se desnorta y hasta olvida su esencia.

Si me permiten un símil futbolístico, los grandes partidos, PP y PSOE en España, son como el Madrid o el Barça. Si no ganan, entran en barrena, se abre paso la crisis interna, se neurotiza el vestuario, la directiva ficha mal, caen sin ton ni son los entrenadores y acaba por desdibujarse su juego. A veces pasa justo al revés, que cuando un equipo pierde su juego; o sea, su discurso futbolístico, suma derrotas, se neurotiza el vestuario, caen sin ton ni son entrenadores, la directiva ficha mal y la crisis se apodera del club.


Y eso es lo que le pasa al PSOE, que ha quedado desdibujado como partido nacional, ha perdido su sistema de juego, su discurso futbolístico. Qué fue antes no es motivo de este artículo, sino relatar los síntomas de un partido que corre el riesgo de no contar para la disputa de la Liga y acabar peleando por las competenciones de consolación.

Que el partido que ha gobernado prácticamente dos tercios de los 35 años de la España democrática y el único que ha conseguido el gobierno, al menos una legislatura, en todas comunidades autónomas (dado que el PP aún no lo ha probado en Cataluña, País Vasco y Andalucía) no puede dar el espectáculo actual en el que las viejas glorias, todas derrotadas, se echan en cara las soluciones de cambio y renovación que ninguno aporta.

Dicen que lo difícil es el fondo y que lo de menos son las personas. Pero yo creo que son excusas, porque lo más difícil siempre es saber marcharse a tiempo, sobre todo del poder, aunque sea en el partido de la oposición.

Creo que cualquier dirigente moderno con sentido común sabe muy bien los problemas de los que adolece la sociedad, en qué han fallado los partidos mayoritarios en los tiempos precedentes y, por lo tanto, qué hay que cambiar en el discurso y ofrecer en el programa para que la sociedad vuelva a confiar en las siglas que representan y, además, lo vuelva a hacer de manera mayoritaria.

Basta con escuchar a los ciudadanos para saber qué quieren, qué piden y qué necesitan en los momentos actuales. El fondo es el pueblo, no hay que buscarlo ni encontrarlo en ningún manual, está ahí, sufre y solo hay que escucharlo. Y el que lo oiga o entienda el mensaje, simplemente no debería estar en política.

Lo que cuesta de verdad es cambiar las caras. Decir adiós, bajarse del coche oficial y volver a ponerse a la cola para comprar el pan o sacar la entrada del cine. 

Pero mientras el PSOE nos ofrezca soluciones milagrosas; es decir, increíbles, con caras que no las aplicaron cuando estuvieron, no podrá disputar la Liga, por mucho que se hunda el PP. Y, en cualquier caso, ningún partido mayoritario debería aspirar a ganar porque el contrario se marca en propia meta cuando lleva el balón.

En estos tiempos locos vemos cosas inéditas, pero lo que dice la lógica y puede leerse en el manual es que con las mismas personas que abandonaron el Gobierno de España hace menos de un año en cinco milles de parados, etc, etc, etc… Pues comprenderán que nadie les crea. Seguramente Alfredo Pérez Rubalcaba no compartía la política económica de Zapatero, pero estaba allí y ahora no puede presentarse como la solución.

Ni pueden hacerlo en las comunidades autónomas los que se fueron hace apenas un año dejando un rastro de deudas y cajas arruinadas.

Las elecciones municipales y autonómicas hicieron la selección natural en el PSOE. También en Castilla-La Mancha. En un momento tan difícil para poder ganar y en los que vencer era un obstáculo tan grande, solo los mejores lo consiguieron.

Solo los que vencieron cuando todos los demás perdían tienen ese plus de seny y liderazgo que se necesita para conectar con el vecino y ganarse la confianza de la sociedad a la que te diriges. Gente tan diversa como Juan Ávila en Cuenca, Pablo Bellido en Azuqueca o Jesús Martín en Valdepeñas. Por citar solo algunos ejemplos representativos y absolutamente diferentes unos de otros. El PSOE tiene gente, lo que pasa es que no la tiene a la vista. Que es algo que le ocurrió al PP en esta región durante muchos años.

Por lo tanto, visto desde fuera, no tiene mucho sentido que los rostros que el PSOE enseña a la prensa y a la sociedad en todas y cada una de las provincias sean los derrotados, los que no supieron frenar la ruina de la región o los que no lograron conectar con sus vecinos, aunque ya sé que no todos los que perdieron lo merecieron. Pero eso ha pasado siempre, son gajes de la vida y también de la política.

Emiliano García-Page, en la encrucijada de volver a dar la vuelta a la tortilla en el PSOE de Castilla-La Mancha sin perder plaza en la renovación nacional de su partido, tiene una doble tarea por delante.

Por un lado, tiene que trasladar en Madrid el seny político que acompañó el 22-M a los vencedores del PSOE y él lo fue, el primer socialista que gana las municipales en Toledo. Y, por otro lado, coger el toro por los cuernos a este lado del Tajo y acabar con los ya despedidos por los votantes, algunos de ellos probablemente miembros de una célula latente que espera que dé el menor traspiés para soltar el zarpazo y recuperar las riendas.

El PSOE, como partido mayoritario que es, no puede confiar su estrategia de victoria a que el PP se la pegue a base de recortes. Sus votantes merecen más.

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