Duele, aunque la ley está para cumplirla, ver cómo un etarra sale de prisión habiendo cumplido apenas 31 años de cárcel (sí, son pocos pero son muchos, son muchos pero son pocos) de los más de 3.000 que acumula por un sinfín de condenas que acumuló por los más terroríficos asesinatos y crímenes que uno se pueda imaginar. Y que prácticamente los cometió sin despeinarse.
Duele, aunque la ley está para cumplirla, ver la cara que se les queda a las víctimas del atentado de Hipercor, claro ejemplo de la masacre humana, y a sus familiares cuando han visto por televisión o en fotografías cómo salía libre de la cárcel y se dispone a hacer una vida normal. Bueno, normal… No sé lo que le pesará la conciencia, si la tiene.
La ley duele de vez en cuando, y esta es una de esas veces
Duele, aunque la ley está para cumplirla, ver que el más duro entre los duros sale libre mientras las diferentes asociaciones de víctimas ya están prestando ayuda psicológica a los afectados durante las décadas del terror en España y, en concreto, a quienes conocieron en vivo y en directo la ley de la pistola que les impuso este individuo.
Duele, aunque la ley está para cumplirla, solo imaginar que cuando llegue a su localidad natal en el País Vasco pueda incluso recibir homenajes. ¿Homenajes por qué?
Duele, aunque la ley está para cumplirla, que llevemos años escuchando que hay que aumentar las penas según qué delitos pero vemos cómo pasan los años y, discusión de bar arriba discusión de bar abajo, ni hay discusión seria ni hay diálogo sobre el particular. Total, que cuando nos encontramos de sopetón con casos como este es cuando nos acordamos de que la ley, en ocasiones, no favorece a quien debe. Aunque sí, la ley está para cumplirla.
Duele, aunque la ley está para cumplirla, que la ley sea tan leve en casos como este. Porque esta ley duele de vez en cuando. Y esta es una de esas veces.
Pues eso, que la ley duele, aunque esté para cumplirla.