La campeona de España de kick-boxing, la toledana Lara Martín, que se había ganado su bolero para el Europeo de Túnez que se celebra este mes, lo deja. Principalmente, como ella ha explicado, por la falta de ayudas oficiales que le permitan conciliar su vida laboral y la dedicación al deporte al más alto nivel.
Tomó la decisión el pasado mes de septiembre, cuando vio que, aunque le pagaban la comida de sus viajes y poco más, no le daba. A sus 23 años, debe pensar obviamente en su vida laboral, que pasa por ser entrenadora personal en las mañanas y monitora de gimnasia por las tardes, en Sonseca. Licenciada en Ciencias del Deporte, la situación de la educación es tan mala que el trabajo pasa por lo que ella está haciendo ahora.
A primeros de año todo eran parabienes. Se ganó su plaza para el Europeo, ella, que estaba tan acostumbrada a ganar, y la Diputación de Toledo la agasajó con el premio a la mejor deportista del año, decidido por los periodistas deportivos. «La misma institución que no me quiso dar el rango de deportista de alto nivel, que le podía abrir algunas puertas», explica Lara, muy crítica ahora con los políticos, «los que están para hacerse la foto cuando ganas pero se olvidan de una tras las victorias», se queja.
Lara podía dedicarse al kick-boxing, cuatro horas diarias, cuando estudiaba en Toledo, pero al ponerse a trabajar la situación se lo hizo insostenible. Apenas podía dedicarle dos horas, lo que le propuso a su entrenador, quien le dijo que «o todo (cuatro horas) o nada». Y fue «nada».
Si el kick-boxing fuese un deporte olímpico, habría sido otra cosa, sería un deporte más considerado oficialmente, pero ella hace una defensa apasionada de su deporte, que considera muy limpio y noble. Por eso no descarta volver si las circunstancias cambiaran, pero lo dice a su pesar con la boca pequeña.