En la Ciudad del Vino, seña de identidad de la gastronomía de Castilla-La Mancha, la consejera de Economía, Empresas y Empleo, Patricia Franco, nos lleva hasta la Botería Fresneda. El lugar nos atrapa a todos nada más cruzar la puerta, porque se respira artesanía, oficio, talento, entrega, tradición y vocación. Se trata de un taller de artesanía de botas, donde se ha bebido el vino toda la vida, pero un recipiente que las modas y la industria han condenado al desuso. Manuel empezó la tarea a los 14 años. Ahora tiene 85 y el que tira del carro es su hijo Antonio el que tira adelante con la Botería Fresneda.
La bota de vino es uno de esos elementos que forman parte de nuestra cultura, en la que “tanto la artesanía como el vino tienen un papel vertebrador”, dice la consejera, que es la responsable del sector y de la organización de Farcama.
¿Sabéis que la bota es el primer recipiente en el que la humanidad bebió vino, hace ya 8.000 años? Es anterior a la cerámica, se hacen en piel de cabra, se cosen a mano y se impermeabilizan por dentro con pez de resina de pino. Una bota artesana tarda en hacerse entre 20 o 25 días. Eso sí, en ella el vino se oxigena y saber mejor.
Artesanía y nuevas tecnologías
Sobrevivir en el siglo XXI no es fácil para muchos talleres artesanos. La consejera tiene claro cuál es el camino a seguir: “Abrir la mente, adaptar el producto a las necesidades del mercado y apoyarse en las nuevas tecnologías para que la artesanía pueda llegar a cualquier lugar del mundo”.
Hoy disponen de ayudas para la participación en ferias, para la promoción y venta de la artesanía en circuitos nacionales e internacionales y la posibilidad de enseñar sus productos y vender on line en www.artesaniadecastillalamancha.es.
“Desde el Gobierno regional hemos impulsado muchísimas ayudas convencidos de que la artesanía hay que mantenerla con apoyo institucional”. Presume del “escaparate único que es la Oficina de Promoción de Castilla-La Mancha, en Madrid, donde casi todos los sábados y domingos hay talleres en los que nuestros artesanos enseñan los oficios a niños y mayores”.
Ya solo queda ir a Farcama y disfrutar, porque “ la artesanía no tiene límites”.