La historia que les vamos a contar tiene mucho de valor y más aún de coraje. Porque Ángel Martín Ramos ha logrado sobrevivir a nada menos que 17 cornadas que un morlaco le propinó (mejor dicho, le apalizó de forma brutal) en un encierro veraniego en Castillo de Bayuela (Toledo).
Cuatro meses después y tras conocer el umbral de la muerte, Ángel está en su casa. Nos lo ha contado el periodista Felipe Pulido en un emocionante reportaje que ha publicado la revista Aquasal, que narra las peripecias de las gentes de la toledana Sierra de San Vicente, y que también se puede leer en su blog, «El Rincón de Internet».
Encastillalamancha.es recogió la historia de Ángel desde el primer minuto y seguimos su evolución mes a mes, como bien han podido leer. No podíamos dejar de publicar esta bella historia final con la rúbrica de Felipe Pulido, quien nos ha contado hasta «el último lance» de una historia con final feliz.
Lean con atención, porque merece la pena.
UNA, DOS, TRES… Y HASTA 17 CORNADAS; AQUELLA TARDE DEL 8 DE SEPTIEMBRE…
Una, dos, tres… Y hasta 17 cornadas. Aquella tarde del 8 de septiembre siempre quedará en su memoria. El cielo se vistió de azul para acunarle y darle la oportunidad de volver a nacer.
Tendido en el suelo, sin perder la razón y con el animal a su acecho, que le ha conseguido bambolear una y otra vez alrededor de la plaza. El mundo se detiene para este combatiente que desde ese momento emprende una lucha entre las ganas de seguir viviendo y la voz de las tinieblas que le llaman hacia su abismo.
A la pregunta, ¿Cree en los milagros? Responde: «Si no existieran, yo hoy no estaría aquí». Ángel Martín Ramos, realeño de 58 años, ha sido capaz de burlar con su capote al más temido adversario: la muerte. Hoy vive para contar la experiencia y se recupera de las múltiples cornadas que le asestó el cuarto toro del encierro de Castillo de Bayuela (Toledo).
Su emoción expresa que no ha sido fácil y su rostro parece cansado; pues la batalla ha sido dura. Sin embargo, Ángel lo ha conseguido y hoy está en su pueblo, junto a su madre; que se muestra feliz de volver a tenerle a su lado.
El heroico realeño ha luchado durante casi dos meses en el hospital. El tiempo ha pasado lento, como él mismo reconoce. La pesadilla de aquel día le ha acompañado en cada uno de los segundos de batalla sin permitirle olvidar lo que sus propios ojos vieron.
NO IMAGINABA QUE AQUEL DÍA MARCARÍA SU VIDA PARA SIEMPRE
Aquel día, acudió acompañado de otros dos paisanos a participar de un festejo más, como tantas otras sueltas de reses a las que había asistido anteriormente. Confiesa que unas horas antes había estado en Navamorcuende y que lo único que había tomado antes de entrar al ruedo fue un café con leche. Sin embargo, el que había lidiado en múltiples ocasiones en su pueblo, no imaginaba que aquel día marcaría su vida para siempre.
Sin capote. Sin esperar el ataque del animal. Sin tan siquiera sentir el peligro en su cuerpo. El rollo de la localidad fue la primera estación de una «vía dolorosa» que nunca olvidará. El mundo se detuvo para él. ¿Miedo o dolor? Asegura que no hubo espacio para ninguno de ellos. Él y el animal, la vida y la muerte. Nadie más en el ruedo. Sin embargo, aquel día hubo un capote más. Un capote con el que Ángel venció a lo que todo el mundo ya daba por hecho en la plaza.
El ruedo engalanado por la festividad de La Virgen del Castillo fue testigo de su regreso a la vida. Para Ángel, lo que sucedió fue un accidente y ello no ha cambiado su gusto por el animal bravo. En su casa, se puede dar fe de ello al contemplar sus fotografías y admirar cada una de ellas; fiel reflejo de su pasión por la fiesta nacional.
Ahora que le queda un camino largo de recuperación, con el conocimiento de que lo peor ya ha pasado, el realeño tiene palabras de agradecimiento para todas las personas de ambos pueblos, El Real de San Vicente y Castillo de Bayuela, y les muestra su gratitud por la preocupación y el interés demostrado respecto a su estado. También para su familia, a quienes agradece el especial apoyo que le han brindado durante este tiempo. Tan sólo hablar de ellos le produce una gran emoción y le dificulta la posibilidad de decir palabra.
NO HAY MAYOR TORERO QUE AQUEL QUE SE PONE EN PIE DESPUÉS DE UNA COGIDA
Si lo fácil es caer; más difícil es levantarse. No hay mayor torero que aquel que se pone en pie después de una cogida, como si nada hubiera ocurrido. Ángel Martín, con su milagrosa recuperación; no sólo ha salido por la ‘puerta grande’, sino que ha vuelto a nacer. Como ‘niño’ que es en su nueva vida, le pide a los Reyes Magos poder correr muy pronto para perseguir con anhelo los múltiples sueños que aún le quedan por cumplir.