La transición ejemplar de la que presumían José Bono y José María Barreda ha saltado por los aires hasta tensarse la cuerda entre ambos hasta extremos que nadie podía sospechar. Los expresidentes apenas se dirigen la palabra. Lo han podido ver en el vídeo colgado en encastillamancha.es hace unas horas. Y quedó patente en el Comité Ejecutivo Regional celebrado el sábado 17 en Toledo, donde protagonizaron dos intervenciones plagadas de «indirectas» entre ellos. En el PSOE dicen que «nada de lo que es Bono se lo debe a Barreda, pero todo lo que es Barreda se lo debe a Bono».
José Bono se siente profundamente decepcionado por el trato que José María Barreda ha dado a su herencia: una región saneada económicamente, un partido unido y a 200.000 votos del PP, una organización que pintaba en el concierto federal socialista se ve ahora convertida en noticia diaria como el peor ejemplo de la gestión pública y con un déficit galopante, la más grave de todas las comunidades autónomas.
Además, al poco de irse Bono, sus hombres fueron poco a poco relegados o laminados; su figura política se sometió a la indiferencia y el olvido; y su obra era escondida o adjudicada a Barreda en los videos y folletos propagandísticos que con tanto afán cultivó el Gobierno saliente.
Ahora Barreda no le perdona que no haya salido a dar la cara por él en los últimos tiempos en los que su figura ha sido duramente denostada por el PP. No le perdona que no haya criticado abiertamente las medidas de María Dolores de Cospedal.
Y, para colmo, cuentan que Barreda se subía por las paredes cuando supo que su «padre político» había enviado una carta a todos los que fueron miembros del Consejo de Gobierno que el presidió durante 21 años recordándoles que su gestión fue muy fructífera para Castilla-La Mancha. En esa misiva Bono presumía de no haber caído nunca en el déficit y de haber acabado todos sus presupuestos con superávit, las más de las ocasiones; o en equilibrio presupuestario.
Lo cierto es que Barreda va camino de terminar enfrentado a todo el partido, menos a su pequeña guardia de corps y a Carmen Chacón. Mientras que a Bono nadie le niega el mérito absoluto de la hegemonía socialista en Castilla-La Mancha, cada vez más gente del partido se pregunta a qué se han dedicado Barreda y su equipo los últimos siete años. La imagen del despilfarro generalizado empieza a calar entre los socialistas.
Dicho de otra manera, «nada de lo que es Bono se lo debe a Barreda, pero todo lo que es Barreda se lo debe a Bono», políticamente hablando. Ese pensamiento está muy extendido en el PSOE. Es más, la mayoría tiene claro que Barreda fue el sucesor de Bono porque éste lo eligió, lo señaló con el dedo y le segó la hierba de oposición que hubiera podido tener.
El caso es que durante años se presumió en Castilla-La Mancha de haber hecho una transición política ejemplar y sin parangón en ninguna otra región. Los casos de Eduardo Zaplana y Francisco Camps o de Manuel Chaves y José Antonio Griñán dejaban bien a las claras lo difícil que eran las relaciones entre los expresidentes y sus sucesores.
Aquí las diferencias empezaron pronto, pero las formas se han mantenido hasta los últimos tiempos. Incluso en la campaña electoral de las autonómicas Bono se fajó a fondo en las últimas semanas, especialmente en la provincia de Guadalajara. Lo habían tenido apartado de los grandos actos tras comprobar en el primero de ellos, al que fue invitado, que Bono se comía el protagonismo de Barreda. Pero al final tuvieron que echar mano de él. No fue suficiente.
Con las elecciones perdidas Barreda y su gente se han enrocado aún más. Las heridas han ido creciendo y hoy apenas se hablan, dicen en el Partido Socialista. El resto ya se lo imaginan y si no, vean el video que mantenemos en nuestra portada de hoy.