La Guardia Civil y su 175 aniversario fueron los protagonistas de la 40 edición del desayuno informativo Espacio Reservado que organizó encastillalamancha.es. De hecho, este desayuno fue el pistoletazo de salida de una agenda conmemorativa en la que también habrá actos institucionales, culturales, deportivos y divulgativos.
20.000 agentes es solo 50 años del siglo XIX
Ante un auditorio de más de 250 personas del mundo de la política, la economía y la sociedad reunidas en el Hotel Beatriz de Toledo -un acto que contó con la colaboración de la Diputación de Toledo, el Ayuntamiento de Toledo, el Ayuntamiento de Escalona, el Ayuntamiento de Yuncos, Dehesa del Carrizal, El Corte Inglés, Hotel Beatriz, Cofarta y Soliss Seguros-, el encargado de dar la voz a esta fuerza de seguridad fue el brigada jefe de la zona de Castilla-La Mancha, el general Manuel Llamas, quien durante su intervención reivindicó el pasado de la Guardia Civil, sus 175 años de existencia, «con sus claroscuros». Fueron dos las razones que aportó para hacer esta reivindicación. La primera a la que hacía referencia es que «estoy convencido de que sumamos más que restamos», algo por lo que «nos tenemos que sentir orgullosos». En segundo lugar, ponía de manifiesto que «lo que hoy somos es gracias a aquellos hombres que trabajaron en unas condiciones inenarrables».
El máximo responsable de la Guardia Civil en la región añadía que «huimos de la leyenda negra que nos persigue, de esa idea de cuerpo anquilosado», de hecho, destacaba que la innovación está en la forma de actuar de este cuerpo y lo está «desde su comienzo».
La Guardia Civil, origen del estado central español y alivio para el Ejército
Sobre ese origen, Llamas precisó que la Guardia Civil no surgió únicamente para acabar con el bandolerismo. Partiendo de la tesis que Diego López Garrido defendió en 1981 con el título «La Guardia Civil, origen del estado central español» -donde se viene a decir que el estado fue posible gracias a que esta fuerza se despliega en un «vacío de poder impresionante»-, ha precisado que el primer medio siglo de su existencia se caracteriza por la rapidez y autonomía con la que se expandió por todo el territorio nacional ganándose la confianza de los españoles.
La puesta en marcha de la Guardia Civil está muy vinculada al duque de Ahumada. Así lo ha puntualizado Llamas, quien ha hecho mención al intento que ya hizo en 1820 por echar a andar un cuerpo de seguridad. Aquella era una época en la que las milicias nacionales convivían con una infinidad de cuerpos locales y comarcales. Terminado el trienio liberal y tras una época negra en la historia de España, en los años 40 del siglo XIX se empezaron a dar pasos más definitivos para el surgimiento del cuerpo, concretando el número de efectivos, tercios, escuadrones y compañías y hablando por primera vez de «guardias civiles», quienes eran vistos como un «alivio» para el Ejército de Tierra ya que éste «no daba abasto para detener a los malechores».
[ze_summary text=»La Guardia Civil se expandió con rapidez y autonomía por el territorio nacional, ganándose la confianza de los españoles»]La Guardia Civil se expandió con rapidez y autonomía por el territorio nacional, ganándose la confianza de los españoles[/ze_summary]En tan solo 50 años desde su creación, a finales del siglo XIX, la Guardia Civil ya tenía 20.000 efectivos -antes de que concluyese el año 1884 ya había Guardia Civil en Toledo y Olías-, lo que da cuenta de la prontitud con la que se extendió y que comentaba Llamas, quien igualmente ponía en valor las 127.000 detenciones que practicaron en sus 10 primeros años. Hicieron caer a míticos bandoleros como Curro Jiménez o Luis Candelas, transmitiendo un mensaje de seguridad a la sociedad.
Cuando el duque de Ahumada se enfrentó a Narváez defendiendo a un guardia civil
En su repaso a la historia de la Guardia Civil, el general Llamas no se olvidó de narrar una de las primeras anécdotas que se conocen de este cuerpo y que fue contada por el conde de Ahumada en sus memorias. En tiempos de Isabel II, cuando la Guardia Civil tenía encomendada la vigilancia del Teatro Real de Madrid y mantener el orden público, dicho servicio recibió la orden de no dejar pasar ningún carruaje por determinadas calles el día de la inauguración del teatro. En uno de esos controles, un cabo tuvo que dar el alto a un carruaje que se acercaba precipitadamente. A pesar de la insistencia del conductor, la orden era clara y el cabo insistió en no dejarle pasar, tras lo cual del interior del carruaje salió el propio general Narváez -presidente del Gobierno- para poner fin a aquella discusión. Sin embargo, el cabo se mantuvo firme y el presidente del Gobierno tuvo que dar la vuelta y acceder al Teatro Real por donde lo estaba haciendo el resto de invitados. Tal postura del guardia civil tuvo sus consecuencias: Narváez pidió su traslado fuera de Madrid, algo a lo que el duque de Ahumada respondió con su carta de dimisión ya que defendía que el guardia civil lo único que estaba haciendo era cumplir órdenes. Finalmente, Narváez no aceptó la dimisión de Ahumada y el cabo no fue trasladado, lo que -tal y como explicaba el general Llamas- supuso un mensaje de empoderamiento para los agentes en el sentido de que cuando obedecen una orden están amparados por la institución.
175 años después las batallas de la Guardia Civil ya no se libran en los caminos. «Ahora se libran en los tribunales, en cada una de nuestras intervenciones…». Finalizaba sus palabras dando las gracias a los agentes.
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