Los médicos neurólogos que trataron a la víctima de asesinato, a manos de su marido, en la localidad toledana de Mora en febrero de 2017, han señalado este miércoles que, por la enfermedad de Ménière que sufría, estaba «muy mal» y que era «imposible» que pudiera correr para salir huyendo del ataque del acusado.
En la tercera sesión del juicio con jurado en la Audiencia Provincial de Toledo, los neurólogos del hospital madrileño «Gregorio Marañón» que hicieron un seguimiento de la víctima durante más de 15 años -desde 2002- han definido los efectos que le producía dicha enfermedad «como un dolor de parto multiplicado por 100» a raíz de cualquier estímulo sensitivo o sensorial.
No obstante, han indicado que antes de 2010 tuvo períodos en los que podía caminar bien y hasta hacer «una vida relativamente normal», pero que tras una de las intervenciones quirúrgicas perdió la capacidad de caminar sin apoyo y que su aspecto físico durante todos estos años fue «de sufrimiento».
Asimismo, a preguntas de la fiscal, los neurólogos han señalado que una actitud violenta en personas que sufren esta enfermedad es «poco frecuente» y que, en concreto, en la víctima no la observaron «en ningún momento» e, incluso, «tenía muchas ganas de vivir y salir adelante».
Solo en dos ocasiones, por test que se le realizaron durante ingresos para probar nuevos fármacos, sufrió un cuadro psicótico con alucinaciones, pánico y ansiedad, por lo que los médicos tuvieron que retirar el medicamento y no volvieron a realizar ninguna otra prueba.
Por otra parte, durante la tercera sesión de la vista en la Audiencia provincial de Toledo han comparecido los médicos que trataron al acusado por la depresión que sufría y se han referido a los dos ingresos que se produjeron en la clínica López-Ibor y en el hospital Provincial de Toledo.
El motivo para el ingreso en la López Ibor fue, según los psiquiatras que le trataron, un cuadro depresivo por «ánimo bajo, apatía, desmotivación, sin ganas de salir de casa y poca vida social» y en el hospital Provincial de Toledo le fue diagnosticado un «trastorno depresivo».
No obstante, en ambos casos los psiquiatras han coincidido en que una depresión puede cursar irritabilidad, susceptibilidad y enfado, pero que no lleva a la agresividad y, por tanto, no justifica el hecho que cometió.
Es más, han incidido en que podía controlar sus impulsos porque no existía un cuadro delirante y psicótico, y que su discurso fue coherente y tenía «juicio de realidad en todo momento» pese a los dos episodios de autolesión que le llevaron a los dos ingresos.
Las acusaciones y la defensa expondrán sus conclusiones a lo largo de la jornada y previsiblemente el jurado popular deliberará mañana para emitir un veredicto.