Paula, Azahara y Carolina. Tres mujeres de 30, 35 y 31 años con historias personales muy diferentes pero con la misma pasión, que es además su trabajo: agentes de la Policía Nacional. Ejercen su profesión en la ciudad de Toledo y nos han contado en primera persona por qué eligieron esta profesión y cuál es su día a día. Vidas profesionales paralelas y con un objetivo común, servir a los demás.
Entremos un rato en la vida de una policía nacional…
Paula es de Valencia de Alcántara (Cáceres) y es la más «nueva», entre comillas, de las tres. Lleva un año en prácticas y el próximo jueves 13 de junio jurará el cargo como agente. Es policía «por una cuestión puramente personal, porque ni en mi familia ni en mis amigos había antecedentes. Siempre lo tuve en mi cabeza y aunque estudié Ciencias del Deporte, de alguna forma quería asegurarme el futuro. Por eso hace tres años comencé las oposiciones a policía…».
El día que Azahara patrulló con su padre
Ojo también a la historia de la cacereña Azahara, porque sus antecedentes son completamente distintos. Con 35 años, lleva ya 11 como agente y en este caso… «Mi padre también es policía. Y aunque estudié Historia del Arte, en cuarto curso ya tenía claro que me iba a dedicar a patrullar las calles. Bueno, de hecho ya de pequeña sabía que iba a ser policía… Ja, ja, ja…». Cuando aprobó la oposición, hizo sus primeras prácticas… ¡Con su padre de compañero un día completo, mañana, tarde y noche! ¡Qué nervios los de ambos! Unas líneas más adelante ella misma nos contará cómo acabó la historia, porque tuvieron que intervenir en una acción movidita, pero de momento narra cuál fue la reacción de su madre cuando acabó esa aventura, «ella alucinaba y me preguntaba, más bien insistía, en que por qué no me dedicaba a la docencia. Evidentemente, no hice mucho caso, no…».
Y Carolina, natural de Torrijos (Toledo), tenía como referente familiar a un abuelo, que fue guardia civil. Con 19 años aprobó la oposición a policía y aunque sus padres le decían que esperara un poco antes de ejercer la profesión que amaba, «porque cuando estaba en Bachillerato fuimos un día de excursión y vi un puesto de la Policía. Ahí ya quise lo que quería ser, lo tenía claro».
Las tres coinciden en que el hecho de ser mujer no ha supuesto ningún inconveniente para desarrollar sus carreras profesionales, «en eso hemos avanzado mucho y nosotras no hemos vivido ningún episodio de discriminación ni nada similar. Todo lo contrario, los compañeros siempre nos han tratado de forma fenomenal. Quizás choca más fuera, en la calle, aunque tampoco…», dice Azahara mientras Paula y Carolina asienten con la cabeza.
Paula recuerda la primera vez que salió a la calle, en la Cabalgata de Reyes del 5 de enero de este mismo año, quizás el día que más niñas y niños están en la calle, donde la seguridad prima por encima de cualquier otra cosa; o cuando tuvo que actuar en un servicio en el que un hombre apareció ahorcado en el Parque de las Tres Culturas, «me impresionó más cuando conocí la historia que supuestamente le llevó a tomar esa decisión que el hecho de ver el cuerpo…».
Azahara retoma el día que los mandos decidieron que iba a patrullar con su padre. «Estaba en prácticas en Cáceres y en un momento determinado nos tocó asistir en una intervención complicada. Un hombre se había desnudado delante de unos menores y se mostró tan violento que agredió a un compañero. Imagínate…». Ahora está en la Policía Judicial, donde lleva cuatro años, y se ha enganchado a su primer destino, que es Toledo. Malos tratos, drogas… Ha visto un poco de todo y recuerda a una víctima de violencia de género «que llegó con parte de los dientes fracturados…».
Es, por desgracia, la parte negativa de sus trabajos, donde casi siempre hay víctimas… Y verdugos.
Los carteristas a los que distinguen nada más verlos las caras…
Carolina está en Seguridad Ciudadana y cuando va por el casco histórico distingue, con solo mirar sus caras, a los carteristas que vienen a hacer su eterno agosto entre los turistas que visitan la capital regional. Estar en las calles proporciona seguridad a los vecinos y visitantes «y lo notamos, la gente es muy agradecida. Es gratificante y te deja esa satisfacción personal que… Porque podemos ayudar a la gente, a los que normalmente conocemos en sus peores momentos».
Azahara recuerda con asombro el caso de una chica a la que cacheó en el transcurso de una operación porque llevaba droga en el sujetador «y la madre le dijo, una vez fuera, ¡eres tonta, a mí no me hubieran pillado!»; o el caso del hombre que entró electrocutado en el hospital en una supuesta reforma de un bar «pero a la forense no le cuadró. Mi jefe hizo que se tratara como un homicidio y al final descubrimos que, efectivamente, no se había electrocutado, sino que le habían golpeado y a consecuencia de ello se murió».
Ser policía nacional, el miedo en el que piensan después, nunca antes ni durante…
Es la «rutina» policial del día a día…
Y si hablamos de miedo… También coinciden las tres. «En el momento que actúas, no, pero cuando después lo piensas…». Tampoco cuentan mucho en sus respectivas casas, «así evitamos…».
¿Habéis tenido que disparar?, finalizamos la charla… «Disparar, no; sacar el arma, sí…».
Tengan cuidado ahí fuera…