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Premio "Mujer Excelente" - 29 julio 2019 - Toledo

Los hindúes dicen que incluso la más larga caminata comienza con un simple paso. Algo así debió pensar Carmen Fernández cuando hace 40 años salía a la calle, pancarta en mano, a reivindicar la igualdad para las mujeres y el fin del machismo y la violencia de género. Paso a paso, mujer a mujer, día tras día, ha sido la larga caminata de la reivindicación de la igualdad hasta poder ver llenas las calles de mujeres -con algunos hombres- cada 8 de marzo.

Pero en los años 80 había que ir paso a paso. Carmen Fernández, premio «Mujer Excelente» en los Excelentes 2019 que otorga encastillalamancha.es, fue de las primeras y casi únicas mujeres que daban los primeros pasos de un marcha interminable, la de la igualdad real de mujeres y hombres y acabar con la violencia machista.


Implicar a los jóvenes, el reto de Carmen

Ha escuchado frases como «nunca te voy a olvidar» de mujeres a las que sabe que ha salvado la vida con su ayuda y determinación, sacándolas de las garras de la violencia de género. Ha recibido amenazas de muerte en persona y telefónicas de algunos agresores, ha hecho amigas para siempre, ha recogido a niños de víctimas a las 7 de la mañana para dejarlos en la guardería o el colegio «mi marido y yo», ha asistido a decenas de juicios, se sigue preocupando de las mujeres cuando ya dejan la asociación para asegurarse que todo sigue bien… Y no se lamenta ni se arrepiente. De hecho tiene nuevos retos: «Tengo que implicar a más gente joven. Estoy muy preocupada por los jóvenes y lo que me quede me voy a dedicar a ello«.

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«Nunca nos van a parar»

El 18 de junio recibió el premio «Mujer Excelente» de manos de la alcaldesa de Toledo, Milagros Tolón, y César del Río, redactor jefe de ENCLM. La alcaldesa defendió la figura de Carmen Fernández y a labor de ella, la Asociación María de Padilla y de cuantas personas y colectivos trabajan en favor de la igualdad y por la erradicación del machismo y su peor cara, la violencia de género. El Ayuntamiento de Toledo había distinguido a Carmen y a la asociación María de Padilla con el título de Ciudadana de Honor.

Emocionada, Carmen recibió el premio con palabras de agradecimiento, especialmente a su familia, que siempre la ha acompañado. «Hemos conseguido mucho, pero nos queda mucho más», dijo, segura de que «nunca nos van a parar, porque si sentimos que nos han robado el pasado, no nos pueden robar el futuro:

«Hay mujeres que siento que están en peligro y a esas procuro llamarlas todos los días»

Y, ¿cuando sospechas que alguna mujer está siendo maltratada pero no se acaa de atrever a denunciar…?

«Hay mujeres que siento que están en peligro y a esas procuro llamarlas todos los días».

Una mezcla de admiración, rabia, impotencia y orgullo se siente cuanto escuchas a Carmen Fernández, presidenta de la Asociación María de Padilla relatar cómo eran las cosas cuando, a mediados de los años 8o, ella empezaba a «complicarse» la vida. Todo comenzó porque «soy una mujer bastante inquieta desde que era joven y no me parecía que mi vida tenía que ser cuidad r de mis hijos y mi marido» y con «un taller de corte y confección». Sí, porque la única manera de reunir mujeres en 1986 era esa y montó uno Pizqui (Mari Carmen Calvo), pionera junto a Carmen en el movimiento de la igualdad y de ayudar a las mujeres víctimas de violencia de género.

«Sentíamos que cuando nos dedicábamos tiempo a nosotras es que se lo robábamos a la familia… Pero yo no quería sentirme solo cuidadora, creía que la vida era algo más… Empezamos a reunirnos, creamos María de Padilla y en 1987 nos dieron el local en el Centro Cívico de Palomarejos, ahí empezamos a caminar».

De los talleres para coser a los de sexualidad

Obviamente, no habían dado el paso de salir de cada para «hacerte una falda o un vestido a tu hija», pero todo estaba tan en pañales que antes de pelear por la igualdad «primero teníamos que conocerla nosotras. Hicimos talleres de todo tipo las tardes de lunes a jueves, con juristas, historiadores… Hacíamos de todo, también de sexualidad o de aprender a leer y escribir».

«¡Cómo se ha puesto hoy mi marido!», decían algunas mujeres, pero no contaban más, pero sabíamos que había que hacer algo más. En los años 90 empezamos a manifestarnos en la plaza de Zocodover, con un pañuelo morado al cuello y en la cabeza y con la pancarta “No a la violencia contra las mujeres”.

Cuando empezaron a escuchar las llamadas al 629 16 83 09, el teléfono de la asociación se dieron cuenta de que el 68 por 100 de las llamadas eran de denuncia de violencia «. Este número sigue activo, aunque el volumen de llamadas ha bajado desde que se instauró el 016

Enseguida se presentaron proyectos a la Junta: «En aquella época estaba Charo Tapia, nos subvencionaron para un psicóloga y empezamos«. El primer paso de la larga caminata. «En el camino nos fuimos formando en cursos, algunas no teníamos ninguna carrera. Y conocimos a Alicia Luna, que nos dijo que quería hacer una película sobre violencia machista. Así surgió «Te doy mis ojos», cuyos promotores y actores se formaron en la asociación María de Padilla escuchando a las mujeres.

«Te doy mis ojos», la película que «prolongó» la vida de Pizqui

«Pizqui ya estaba enferma, pero la película la regaló un par de años más de vida». Pizqui (Carmen Calvo) fue una referente, impulsora y pionera en la lucha feminista y por la igualdad, un motor para la Asociación María de Padilla que no solo ha atendido  ayuda a cientos de mujeres a escapar del infierno de la violencia machista, sino que a muchas de ellas literalmente las salvaron la vida cuando consiguieron arrancarlas de las garras de la bestia.

Se refiere a «Te doy mis ojos», la película de 2003 dirigida por Icíar Bollaín y protagonizada por Laia Marull y Luis Tosar, que se rodó en Toledo y tras contactar y formarse en María de Padilla para poder reflejar el drama de la violencia de género.

Carmen Fernández menciona a Pizqui continuamente. Un cáncer se la llevo, pero su recuerdo está presente dentro y fuera de la asociación.

«Métase usted en la cama y ya está»

«Ellas se han sentido protegidas y una de las claves ha sido la privacidad, jamás saludábamos a las mujeres en la calle si no nos saludaban ellas, para no ponerlas en riesgo o que sintieran vergüenza».

No era fácil que las mujeres se decidieran a ir. Y eso que la asociación dejaba pasquines por todas partes, incluidos los centros de salud, «con el teléfono y diciendo que estábamos 24 horas». Y es que al infierno del hogar violento o el vértigo de la huida había que sumar situaciones tan duras como coincidir con el agresor en el mismo pasillo del juzgado o soportar comentarios como… «¿Pero de quién son los muebles?, cuando una víctima denunciaba ante un agente de policía haber escapado de su casa justo cuando su marido empezaba a destrozar los muebles y ante el temor de que los siguientes golpes fueran para ella. «O les decían -cuando iban a denunciar una agresión- si eso se mete usted en la cama y ya está«.

Otras veces era la familia de la víctima la que les acusaba de «estar envenenado» a las mujeres a las que ayudaban. Eso de «lo que tenéis que hacer es enseñarlas a aguantar al marido» lo han oído más de una vez. «Ahí sí veo yo más cambio, en las madres, que ya entienden que esa situación hay que cambiarla», cuenta a ENCLM.

«La justicia es blanda y lenta»

«¡Algunas llevaban 25 años aguantando la violencia!» se lamenta Carmen, que sabe que es una de las cosas que ha cambiado y que hoy se toma antes de la decisión de denunciar y marcharse». Aunque también se lamenta de que «a veces tenemos la sensación de avanzar dos pasos y retroceder tres… Con la justicia, que es blanda y es muy lenta; ellos siguen campando a sus anchas y haciéndolas pasar un martirio incluso no viviendo con ellas».

De hecho, en la Asociación María de Padilla, como en muchos otros ámbitos, hay una enorme preocupación porque detectan un repunte del machismo y la violencia entre los más jóvenes, uno de los aspectos en los que están trabajando con charlas por los institutos.

Carmen, ¿cuándo se acabará?

«Cambiará cuando alcancemos la igualdad, pero los hombres son los que han mandado y los que mandan. El amor no duele, me duele la boca de decírselo… El amor es hacer crecer y si no es eso es que es otra cosa».

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