Cien días después de las últimas elecciones generales, la ciudadanía asiste -entre la indignación, el cansancio y la vergüenza ajena- al bochornoso espectáculo que ofrecen a diario unos cuantos dirigentes políticos. Los hay que parecen estar compitiendo para ver quién dice una tontería u ocurrencia mayor que la de su adversario, en vez de utilizar argumentos serios como se supone que deberían hacer. Tres meses sin haber sido capaces de ponerse de acuerdo para constituir el Gobierno les deja a casi todos en muy mal lugar. Que cada cual asuma la parte de responsabilidad que le corresponda, pero han logrado que la situación ya pase de castaño a oscuro. Es muy lamentable.
En Palma de Mallorca, durante el tradicional posado que la Familia Real ofrece a los periodistas cada año en sus vacaciones de agosto, el rey Felipe VI ha dicho que «es mejor encontrar una solución antes de ir a unas elecciones» y se ha mostrado confiado en que los políticos alcancen un acuerdo para constituir el nuevo Gobierno.
Las propuestas imposibles del PP
Al PP le ha faltado tiempo para agarrarse a esas palabras como quien se aferra a un clavo ardiendo porque, con tal de desgastar al presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y al PSOE, le vale casi todo. El secretario general de los «populares», Teodoro García Egea, ha tenido la ocurrencia de decir que, para resolver el actual bloqueo político, la solución es que Pedro Sánchez se eche a un lado y permita que otra persona del Partido Socialista sea la candidata a presidir el Gobierno. Debería dedicarse a resolver los problemas de su partido, que tiene unos cuantos como consecuencia del batacazo electoral que sufrió en las pasadas elecciones, en vez de decir a los socialistas lo que tienen que hacer.
Ya puesto a lanzar ocurrencias, el número dos del PP ha dicho que otra solución podría ser que el PSOE se abstenga en una votación para la investidura y Sánchez deje gobernar a una «alianza de constitucionalistas» integrada por el PP y Ciudadanos -no considera al PSOE un partido constitucionalista- y liderada por Pablo Casado como presidente del futuro Gobierno. García Egea olvida un pequeño detalle: el PSOE ganó las elecciones con Pedro Sánchez como candidato a la Presidencia, mientras que el PP tuvo los peores resultados de su historia con solo 66 diputados. Pero la libertad de expresión permite decir cualquier tontería, por muy poco razonable que sea.
El Gobierno catalán, contra las fiestas españolas
Tal vez sea como consecuencia del excesivo calor que ha soportado España en julio y en los primeros días de agosto, pero Teodoro García Egea no ha sido el único en soltar alguna ocurrencia. El consejero de Políticas Digitales y Administración Pública del Gobierno catalán, Jordi Puigneró, ha dicho que han encontrado un «mecanismo legal» para que los 200.000 funcionarios de la Generalitat puedan ir a trabajar, si lo desean voluntariamente, el 6 de diciembre, Día de la Constitución, y el 12 de octubre, Fiesta Nacional de España, porque los hay que no se sienten representados por esas dos festividades españolas.
Puigneró, que no ha querido explicar los argumentos legales que dice haber encontrado para adoptar esa decisión, olvida que el calendario laboral se negocia cada año entre la Generalitat, los sindicatos más representativos y la patronal, integrados en el Consejo de Relaciones Laborales, como se hace siempre en todas las comunidades y en las empresas. Y el de este año ya fue negociado y no puede cambiarlo el Gobierno catalán porque se le haya ocurrido esa idea. Por no hablar de los problemas de convivencia que podría provocar esa medida, pues las personas que decidieran hacer fiesta esos dos días podrían ser tachadas de contrarias al independentismo.
Cada día hay declaraciones de dirigentes políticos tan sorprendentes como las dos citadas como ejemplo. Lo dicho, debe ser consecuencia del calor. A ver si llega septiembre y se toman en serio su trabajo -hay políticos que sí lo hacen, porque no todos son iguales-, en vez de dedicarse a hacer declaraciones llamativas para buscar titulares o a decir lo primero que se les ocurre. ¡Qué cansinos!