Unos por otros, y la casa sin barrer. Este refrán viene como anillo al dedo para aplicarlo a los máximos dirigentes de los cuatro principales partidos políticos. Pero ellos parecen vivir aislados de la realidad porque, después de haber sido incapaces de ponerse de acuerdo para poner en marcha un nuevo Gobierno -unos con su voto a favor de Pedro Sánchez, que ganó las elecciones, y otros con su abstención-, obligan a la ciudadanía a que deba acudir a las urnas por cuarta vez en los últimos cuatro años, ninguno reconoce tener alguna responsabilidad en este fracaso y se culpan unos a otros. Demasiados reproches y ninguna autocrítica. De pena.
En julio último, cuando el PSOE y Unidas Podemos ya decían que estaban negociando para constituir un Gobierno progresista y estable, los políticos en general, los partidos y la política eran el segundo problema más importante para la ciudadanía (el 38,1% de las personas consultadas era de esa opinión), después del paro (61,8%), según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). ¿Qué responderían ahora, cuando ya se sabe que habrá que volver a votar?
En ese mismo sondeo, seis de cada diez encuestados (64,2%) decían que la situación política de España es mala o muy mala, el 28,7% la consideraba regular y solo el 4,4% la definía como buena. Las encuestas no hay que creerlas al pie de la letra como si fueran un dogma de fe, pero reflejan la opinión de la ciudadanía en un momento concreto; y los políticos, aunque lo niegan, sí las tienen en cuenta. ¿Qué responderían ahora a esa pregunta las personas consultadas por el CIS?
Ocho días de campaña y dos meses de precampaña
Esta campaña electoral solo va a durar ocho días -entre el 1 y el 8 de noviembre- porque las Cortes modificaron la ley en 2016 para que, cuando no ha sido posible investir a un candidato como presidente del Gobierno y hay que disolver las Cámaras, la siguiente campaña sea más breve, los partidos deban gastar en ella sólo el 50% y reciban un 30% menos de subvenciones por los votos y escaños que obtengan. Pero la precampaña ya ha comenzado y, por lo que se está viendo y escuchando, no parece que vaya a ser menos bronca que la anterior sino todo lo contrario.
Durante los casi meses que quedan hasta el día de las votaciones, la ciudadanía va a ser bombardeada a diario por los dirigentes de los principales partidos con los mismos mensajes que ya ha empezado a escuchar. Pero no escuchará ninguna autocrítica seria, más allá de que alguno de ellos diga esa frase tan imprecisa de «es posible que hayamos hecho mal algunas cosas».
El presidente en funciones, Pedro Sánchez, echará la culpa del vergonzoso fracaso de las negociaciones a Pablo Iglesias, por no haber aceptado su «generosa» propuesta de ofrecer a Unidas Podemos una vicepresidencia y tres ministerios. Y culpará también a Pablo Casado y Albert Rivera, por no abstenerse en la votación de su investidura para facilitar la constitución del Gobierno.
Los líderes se culparán unos a otros
Pablo Iglesias seguirá manteniendo que Unidas Podemos debe estar en el Consejo de Ministros, porque no se fía de que Sánchez vaya a cumplir sus compromisos sin ellos. Y dirá que los ministerios que les ofrecían tenían pocas competencias, algo bastante discutible. Además, tendrá que afrontar las crisis que su partido tiene en varias comunidades autónomas: en Castilla-La Mancha llevan cinco meses sin dirección y ni siquiera han elegido una comisión gestora; en La Rioja han ofrecido un espectáculo lamentable e Izquierda Unida ha roto con ellos; en Andalucía Podemos estudia presentarse como formación independiente del partido que lidera Iglesias, y etcétera.
Pablo Casado responsabilizará a Pedro Sánchez de no haber sido capaz de reunir los apoyos necesarios para ser investido, porque era él quien debía hacerlo tras recibir el encargo del rey para formar Gobierno. De paso, cuando el PP confeccione las candidaturas, aprovechará para prescindir de algunos nombres que en su día se alinearon con María Dolores de Cospedal o con Soraya Sáenz de Santamaría.
Lo de Albert Rivera es para subrayarlo. Él seguirá con sus ocurrencias y cambios de posición, como ha hecho una vez más con sus propuestas de los últimos días. Y continuará hablando como si él y su partido fueran los más sensatos, los que actúan con más sentido de Estado, los más demócratas y los más firmes luchadores contra la corrupción, aunque a la hora de la verdad no han tenido inconveniente en contar con el apoyo de la ultraderecha de Vox para mantener en Madrid y otras comunidades autónomas a un PP que lleva más de 20 años en esos gobiernos regionales y que tiene a muchos exdirigentes y excargos imputados en casos de corrupción. Todas las encuestas pronostican que Ciudadanos es el partido que más votos y escaños va a perder el 10 de noviembre. Rivera anda como pollo sin cabeza y no encuentra el norte.
Una vez más, la ciudadanía va a comprobar con pesar que esos líderes políticos van a hablar poco de propuestas para resolverles sus problemas cotidianos y mejorar su vida, aunque las incluyan en los programas electorales. Por el contrario, se dedicarán más a acusarse unos a otros y a no hacer autocrítica. Los sociólogos y expertos en sondeos electorales se preguntan: ¿cuánto influirá el hartazgo que tiene la población con sus políticos para que una parte del electorado decida no ir a votar? ¿a qué nivel llegará la abstención? Nadie lo sabe, pero hay motivos para pensar que influirá bastante.