¡Qué envidia!, recuerdo que pensé cuando escuché las razones por las que dimitía la ministra de Educación alemana a la que han cazado copiando para sus tesis doctoral: «Primero el país, luego el partido, luego yo misma».
La Merkel sola lleva ya cuatro ministros y dos jefes de estado dimitidos, algunos por cuestiones que aquí no se hubieran dignado ni a contestar. O, peor aún, se hubieran respondido con una gracieta hispana o maltratando verbalmente al periodista, que es otra costumbre al alza, como la de las ruedas de prensa sin preguntas.
¡»Primero el país, luego el partido, luego yo misma»!
Por eso grité ¡qué envidia! Y cuando ayer lo vi publicado en la prensa escrita, lo leí varias veces para cerciorarme de que cabe aún la esperanza y de que en el país de los eres falsos, los sobres dudosos, las cuentas en Suiza, las fortunas repentinas y opacas, la amnistías fiscales que se asemejan a coladeros, las concesiones de ITV bajo sospecha y un largo etcétera… Aún cabe la esperanza.
¿Por qué no convergemos también con Europa en decencia y responsabilidad política?
Sí, se puede ir a mejor. Y se debe. Como los alemanes, que hay que reconocer que para estas cosas son gente seria y responsable. Antipáticos, pero serios, responsables y exigentes con el cumplimiento de aquello de «la mujer del César», que ya saben que no solo tiene que ser honrada sino parecerlo.
Lo que no sé es qué tienen los políticos españoles en la cabeza. ¿Como es posible que aquí no haya dimitido nadie o casi nadie sabiendo el daño mayúsculo que se le está haciendo a España en todo el mundo en el peor momento posible?.
«Primero el país, luego el partido, luego yo misma».
Aquí pegaría más la frase de primero yo, luego si acaso mi partido y de mi país ya hablaremos otro día si no queda más remedio.
¡Al ladrón, al ladrón!, grita Pedro J. desde su carta por tercer domingo consecutivo, pero nadie le escucha ni caza al ladrón.
¿Alguien sabe que tienen los políticos españoles en la cabeza?