A 50 metros de altura y divisando una panorámica privilegiada de Toledo una decena de personas acometen desde una gran estructura de andamios la consolidación integral y restauración de la torre de la Catedral, unos trabajos que están previstos que concluyan antes de la celebración del Corpus.
El desprendimiento de un trozo de cornisa de al menos 20 kilos de peso el pasado octubre de 2018, sin afortunadamente daños personales, dio la voz de alarma sobre el estado de conservación de esta torre gótica diseñada y construida por Alvar Martínez en el siglo XV. Los primeros análisis advertían de la erosión y el deterioro de las juntas de las piedras ocasionado por el agua de lluvia.
Cuando los soldados hacían puntería con los azulejos y las esculturas de la Catedral
[ze_gallery_info id=»343201″ ]Ahora, sobre el andamio y con una mirada mucho más precisa hacia la torre, los responsables de la reparación se están encontrando cornisas muy deterioradas, zonas en las que incluso han llegado a desaparecer las juntas y roturas de piedra. También con más de una sorpresa, como huellas de disparos de la Guerra Civil -«cuando los soldados hacían puntería con los azulejos y las figuras escultóricas de la Catedral»- o huecos entre piedras «en los que cabe un brazo». Así lo ponía de manifiesto Miguel González, jefe de la obra, quien destacaba el buen ritmo de esta intervención.
Una de las particularidades de la actuación es el empleo de materiales originales, los mismos que se usaron hace siglos. En este respetuoso trabajo hay mucho empeño en que la apariencia de la torre sea «compacta y fuerte», «que parezca un bloque de granito».
Miguel González aportaba que la remodelación se está haciendo de arriba a abajo -«de las 24 plantas en las que se ha dividido la torre ya vamos por el piso 16»-, limpiando de «costra negra» los bloques de granito, piedra caliza y pizarra; reconstruyendo las juntas con mortero de cal hidráulica y sustituyendo aquellas hechas con yeso -un material que retiene mucho la humedad y que perjudica a la torre-; haciendo un tratamiento de limpieza y reparación de las cornisas -donde están los problemas más importantes- e incluso colocando encima de ellas una especie de manto de plomo que las va a mantener limpias y que va a hacer que el agua de lluvia no toque aquí la piedra y caiga al vacío; y reconstruyendo los trozos de piedra desprendidos.
El agua hinchó la cuña y llegó a levantar piedras de 200 kilos
Hay puntos en los que se están retirando las cuñas metálicas originales que se colocaron entre una piedra y otra y que estaban escondidas entre el mortero de la junta. «Cuando se fue perdiendo la junta, el agua fue hinchando esta cuña, llegando incluso a levantar piedras de 200 kilos o a agrietar y romper trozos de las mismas», que fue lo que sucedió en octubre del año pasado.
También se va a aprovechar para restaurar los azulejos del siglo XVIII que adornan uno de los tramos de la torre, azulejos de gran calidad marcados por balas de la Guerra Civil. Aquí se está contando con la ayuda de la ceramista Rosalina Aguado, «para mí la mejor ceramista que hay en Toledo», comentaba el jefe de obra. Concretaba que se colocarán cuatro de estos azulejos que faltan y se elaborarán otros dos por si en el futuro es necesario sustituir alguno más.
Al levantar los andamios se comprobó igualmente que había daños en las rejas y es que en determinados puntos habían perdido sección y se habían oxidado. En estos momentos un taller de Guadamur -que ostenta el Premio Nacional de Artesanía- se afana por introducir nuevo hierro forjado y por dotar de la estabilidad precisa a todas las rejas para que vuelvan a ser funcionales. «Todo está hecho a mano, aquí no se mete nada que sea industrial», ponía de manifiesto Miguel González.
Poco a poco se va imprimiendo ese aspecto compacto y de limpieza a la torre, algo que ya es posible apreciar en la parte superior. El jefe de obra recuerda que en el pasado fue una torre defensiva e incluso llegó a alojar cañones, cañones que desaparecieron en el siglo XIX y del que se desconoce su paradero.
Un trabajo también de archivos
De cara a restaurar un edificio como la Catedral, no solo vale con subirse a un andamio. Un historiador trabaja en los archivos de la Catedral para recabar información sobre las actuaciones pasadas o los materiales que se empleaban. El trabajo de documentación aquí es importante y hace que pasen meses hasta que se pueda iniciar una intervención «urgente», como ha sido el caso de la torre. «Desde los orígenes de la Catedral, desde 1260 aproximadamente, todo está en los archivos: quién paga, quién lo hace, cómo ese hace, de dónde viene la piedra… Cuando nosotros concluyamos también deberemos dejar constancia para las próximas generaciones».
47.000 metros de Catedral
Para Miguel González -que lleva 16 años trabajando en la Catedral de Toledo- la mayor dificultad en el mantenimiento del templo primado reside en sus dimensiones: 47.000 metros. Cada año él mismo se ocupa de realizar dos revisiones de las cubiertas, también de innovar nuevos métodos para paliar el interminable problema de las palomas y sus excrementos. «Hemos llegado a sacar dos contenedores llenos de palomina en la limpieza de una sola cúpula». En este sentido, afirmaba que «ahora vamos a probar un sistema que emite una luz ultravioleta que hace pensar a las palomas que hay fuego».
«La gente no se hace idea de lo que es el mantenimiento de la Catedral; todos los días hay cinco personas trabajando, eso sin contar actuaciones puntuales como la de la torre o la que próximamente se llevará a cabo en la zona trasera de la girola». También está prevista, para dentro de año y medio o dos años, la restauración del Transparente, dañado por la humedad.
Miguel González echa en falta ayudas institucionales. «Me quejo un poco de esto porque es un lugar que atrae turismo y si cerrase durante un tiempo Toledo lo notaría; es un monumento que aporta mucho a la ciudad».