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viernes, 22 de noviembre de 2024
Ignacio Morión estuvo varios años sentándose en el escalón exterior de una farmacia de la calle Hombre de Palo. Al final se colocó enfrente, pero él seguía leyendo y colocando el cazo para recoger la voluntad de cada uno. Ahora, siete años después, ha decidido hacerse ermitaño.
Ignacio Morión estuvo varios años sentándose en el escalón exterior de una farmacia de la calle Hombre de Palo. Al final se colocó enfrente, pero él seguía leyendo y colocando el cazo para recoger la voluntad de cada uno. Ahora, siete años después, ha decidido hacerse ermitaño.
La tremenda historia de Ignacio Morión - 02 enero 2020 - Toledo

A Ignacio Morión se lo presentamos en julio de 2013, cuando en encastillalamancha.es publicamos un reportaje que titulamos así: Ignacio, el hombre que pide en la calle y que lee, «porque si no, me muero de pena».

Era la historia de un mendigo muy particular, que se sentaba en la calle Hombre de Palo, en pleno casco histórico de Toledo, y que colocaba su cazo para que quien pasara le dejara su voluntad, o no, y él se ponía a leer durante horas y horas. De hecho, los últimos siete años ha estado siempre ahí, sin apenas fallar un solo día (con una excepción, cuando fue contratado durante seis meses en 2016 en el Ayuntamiento de la capital regional), sentado o de pie, siempre con un libro en la mano…


«Sí, ingreso como ermitaño, me aparto del mundo…»

Pero ya no le verán más. Al menos de momento, porque la vida da muchas vueltas. ¿Por qué?

Pues porque tal y como ha contado él mismo a este periódico, hoy mismo, jueves 2 de enero de 2020, ha ingresado como ermitaño en una ermita de una conocida localidad de la provincia de Toledo (obviamos decir el nombre y el pueblo por ser una cuestión puramente privada) por las siguientes razones:

«Me aparto del mundo, César, deseando renacer en vida espiritual. Sí, ingreso como ermitaño y he tardado 21 años en conseguirlo, desde que tuve una experiencia religiosa (en 1999) en la Cartuja de Santa María de la Defensión, en Jerez de la Frontera (Cádiz). Termino ya definitivamente mi etapa de siete años como mendigo en Hombre de Palo».

Ignacio ya quiso retirarse hace ahora dos años y medio, como él mismo nos sigue explicando, «cuando hice la petición al (entonces) arzobispo de Toledo, don Braulio Rodríguez, y que finalmente, cuando ya había perdido toda esperanza, me ha sido concedida».

Había trabajado en el Banco Bilbao, en Rumasa, fue agricultor, frutero y camarero

La historia de Ignacio Morión es muy, pero que muy particular. Rememoremos…

Fue en noviembre de 2012 cuando se sentó en el escalón de una farmacia en Hombre de Palo, aunque en los últimos meses se colocaba enfrente, muy cerca de la Catedral y el Ayuntamiento, para pedir. Mendigaba por un empleo. De hecho durante ocho meses en el cartón que ponía a su lado se podía leer «¿puedes ofrecerme trabajo?».

Empezó a trabajar a los 12 años y a los 51 se quedó en paró. Estuvo en el Banco Bilbao como cajero, también en Rumasa, fue agricultor, frutero y camarero. Vivió en Navarra, en Suiza y acabó en Toledo, donde llegó a enviar hasta 300 currículos a hoteles, restaurantes… y no consiguió su objetivo, aunque sí tuvo alguna que otra entrevista donde le aseguraron que «mañana me llamarían». Pues eso, que el mañana se convirtió en mañana para siempre.

«Gracias a los libros puedo concentrarme y no pensar en la vergüenza que supone…»

En 2013 nos contó que pedía en la calle «para poder pagarme el cuarto en el que vivo» y agradece que «no tengo vicios, ni bebo ni fumo, porque si no, no me llegaría». Y revelaba que tenía cuatro hermanos en Madrid, «y los cuatro me ofrecen casa, comida y dinero, pero yo no quiero ser una molestia».

Y su afición a la lectura de forma desmedida…

«Gracias a los libros puedo concentrarme y no pensar en la vergüenza que supone estar pidiendo en la calle después de llevar trabajando toda la vida». Lee todo tipo de libros y dice que su favorito entre todos los que ha leído en estos ocho meses es ‘Ángel Guerra’, de Benito Pérez Galdós, porque está ambientado aquí, en Toledo».

Libros que «me presta o me regala la gente que ya me conoce, o que también saco de la Biblioteca».

Ahora Ignacio, siete años después de sentarse en la calle para leer y pedir, ha decidido iniciar un retiro interior. Se lleva todo lo que ha vivido en la calle, se lleva todo lo que ha leído (también en la calle) para convertirse en un ermitaño.

En paz consigo mismo…

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