Fue un «regalo de Reyes», como ha señalado el párroco de Novés, José Anaya, porque lo que les vamos a narrar sucedió el 6 de enero. Hablamos de Ignacio Morión, el ya exmendigo de Toledo que leía para no morirse de pena y que se ha ido de ermitaño, como ya les contó encastillalamancha.es el pasado 2 de enero, a la ermita de la Monjía, en la localidad toledana de Novés…
Bien, pues el citado regalo es que fue precisamente el 6 de enero cuando se celebró «una sencilla ceremonia de bendición de Ignacio como ermitaño» que tuvo lugar en la parroquia de San Pedro Apóstol. Sí, Ignacio… «Un hombre que llevaba muchos años buscando un lugar donde vivir su condición de ermitaño y lo ha encontrado en la casa de la Virgen de la Monjía», recalca el párroco.
Así pasó de mendigo a ermitaño…
El propio Anaya ha contado cómo sucedió todo…
Comenzó «en la novena de preparación a las fiestas patronales del año pasado. Uno de los predicadores invitados fue Francisco Javier González Rojo, delegado diocesano de Vida Consagrada, quien se sorprendió porque no conocía la existencia de una ermita a la Virgen en Novés».
Hasta ahí todo normal, «salvo por un pequeño detalle, que luego supe que era muy importante. Él se fijó en la casa que hay junto a la ermita y al acabar la misa me preguntó por la casa y quiso visitarla. Me preguntó si vivía alguien y yo le conté que antiguamente vivieron varios santeros entre mayo y septiembre, cuando la Virgen está en la misma, pero cuando la Virgen vuelve a la iglesia la ermita cierra hasta mayo del año siguiente. Que actualmente había un santero que iba por la mañana temprano y regresaba a comer al pueblo para regresar por la tarde hasta que cerraba la ermita. Por lo que no vive allí nadie de forma permanente».
Fue entonces cuando le habló de Ignacio…, «una persona que llevaba años buscando un lugar para vivir como ermitaño y me propuso, de parte del arzobispo (Braulio Rodríguez), si yo podía acoger esta vocación singular. La propuesta me dejó totalmente sorprendido…».
«Pensé que la presencia de un ermitaño era una bendición para Novés»
El párroco afirma que la ermita de Monjía «no es una obra diseñada por los hombres, sino un lugar escogido por Dios para comunicar su amor y su perdón a través de María. Me daba mucha pena cuando en septiembre se cerraba hasta mayo del año siguiente. Y pensé que la presencia de un ermitaño era una bendición para nuestro pueblo».
Hechos los pertinentes contactos, «concertamos una visita e Ignacio se acercó una mañana a visitar la ermita y la casa, la que podría ser su ermita, el lugar donde por fin vivir su vocación. El lugar le gustó mucho y me comentó que algo así era lo que él siempre había soñado. Pasaron los meses y fuimos concretando los pasos hasta su entrada. Llegó a Novés el 5 de enero e hicimos su presentación a la parroquia en la misa del día 6 por ser un regalo de la Virgen para nosotros. ¿Qué mejor día para recibir un regalo así que el día de Reyes?».
También cuenta que el propio Ignacio fue quien escribió hace unos años al arzobispo de Toledo y le expuso su deseo de «una vida de soledad, silencio, austeridad, dedicarme a la oración, lectura de la Biblia, el Rosario, el trabajo…». Pues ahora, a sus 58 años, «Ignacio puede cumplir su deseo como laico a una vida retirada de oración y trabajo en el cuidado de la ermita, en tareas de limpieza, vigilancia y culto a la Virgen».
«La parroquia no asume la manutención ni se obliga a remuneración»
Ignacio vivirá allí, aunque «la parroquia no asume el compromiso de la manutención de Ignacio ni se obliga a remuneración, sencillamente le concede vivir en la casa de la ermita a cambio de cuidarla, manteniéndola abierta durante el día. Él viene a probar, a discernir… Su presencia será por un año renovable si ve que es su lugar. Y haremos alguna mejora en la casa, que no tiene agua corriente y debe ser adaptada a los tiempos presentes».
Por lo que a partir de ahora «estará día y noche en la ermita disponible para atenderos y estará todo el año; y cuando pongamos el Sagrario celebraré allí la santa misa los sábados por la mañana en honor de la Virgen».
El párroco tiene claro, en su alocución final, que «Ignacio no es un santero como los que hemos conocido hasta ahora. Es un ermitaño, un monje, un hombre que se quiere consagrar a Dios y a María…».
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