La década de los 80 fue una época de grandes cambios en Toledo. Aspectos como el desarrollo económico y demográfico o el crecimiento exponencial del número de coches que transitaban por sus vías hicieron necesario acometer transformaciones urbanísticas de calado.
De estas transformaciones da buena cuenta el blog Toledo Olvidado en su última publicación, donde -entre otras- reúne fotografías antiguas de la ciudad con un puente de Azarquiel en construcción que llegaba para atender las demandas del nacimiento del Polígono Industrial, de la estación de ferrocarril y del barrio de Santa Bárbara, al que se le hacía muy engorroso el trazado estrecho y curvilíneo del primer puente que se hizo en Toledo tras los dos históricos, Alcántara y San Martín: el Nuevo de Alcántara, inaugurado en 1933 aguas abajo del primero.
Cuando solo se podía cruzar el Tajo por los puentes de Alcántara y de San Martín
Explica Toledo Olvidado que durante muchos siglos en Toledo solo se podía cruzar el Tajo por los puentes de Alcántara y de San Martín. Era la mejor manera que tenía la ciudad de defenderse. Llegaron los nuevos avances y las necesidades de movilidad de los seres humanos transformó las urbes. Toledo tuvo que abrirse a estos requerimientos, si bien -debido al pequeño tamaño que tenía y a la defensa que hicieron de las murallas y el patrimonio colectivos como la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas– lo hizo en menor medida que otras ciudades, manteniendo casi intactas sus estructuras defensivas.
No obstante, se hacía necesaria la construcción de un nuevo puente que evitase la circulación de coches por los dos monumentales. Así, aguas abajo del de Alcántara se levantó el puente Nuevo de Alcántara, en 1933.
La ciudad seguía creciendo y muchos echaban de menos el planteamiento inicial de Luis Barber de hacer un puente amplio, recto y de mayor capacidad que conectase Santa Bárbara con la calle Carrera. «Surge de esta manera el encargo al Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU) de ejecutar por fin un puente de gran anchura incluido en el tramo de la variante de Toledo a Ciudad Real: un puente recto, moderno, con aceras, con canalizaciones de servicios básicos bajo su tablero y que no supusiera un gran impacto paisajístico», pone de manifiesto Eduardo Sánchez Butragueño, autor de Toledo Olvidado.
En el proyecto inicial se llamaba puente de Safont y puente de Galiana
En el proyecto inicial se denominaba puente de Safont y puente de Galiana si bien finalmente -y atendiendo la petición de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo – acabó llamándose puente de Azarquiel en honor al célebre astrónomo toledano andalusí. Las obras terminaron en 1984.
Toda aquella zona de Toledo experimentó en esta década una profunda metamorfosis. Lo muestran las imágenes que recogen la construcción de la estación de autobuses, del conocido hotel Mayoral -junto a la estación-, de la piscina cubierta del Salto del Caballo y del vial que hoy se conoce como Avenida de Castilla-La Mancha.
Lo que era una zona de huertas -las huertas del Granadal- pasó a ser un punto estratégico en las comunicaciones de la ciudad, multiplicándose los viales y las infraestructuras.
Para ilustrar todas estas transformaciones Toledo Olvidado se ha servido de fotografías de Tomás García del Cerro, Ricardo Sánchez Candelas y Javier Felage.