El desembalse de agua que la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) está realizando desde hace días desde la presa de El Vicario ha devuelto el agua al cauce del río Guadiana a su paso por Alarcos, histórico lugar que utilizaban muchos ciudadrealeños como zona de ocio.
Los 60 metros cúbicos por segundo que desagua la CHG desde este pantano, lleno desde hace varios días, están dejando imágenes casi olvidas en este lugar.
Curiosos atraídos por el estado completamente inundado que presenta el río Guadiana se acercan estos días hasta las inmediaciones del antiguo puente de Alarcos para ver como el agua circula por los centenarios ojos del puente.
Antonio Cano, un hombre de 74 años, que a pesar de haber nacido en Almorchón (Badajoz), donde su madre se marchó a dar a luz desde Ciudad Real, ha vivido desde su niñez en la capital manchega, ha recordado a Efe cómo el río Guadiana y el Puente de Alarcos fue uno de los lugares más importante para el recreo hace 60 años.
Este ferroviario jubilado rememora cómo entonces eran muchos los hombres y mujeres que acudían en bicicleta hasta el puente de Alarcos en los veranos calurosos para disfrutar del agua en el río Guadiana.
Los baños entorno al molino harinero de Alarcos, recuerda, se repetían durante los meses de más calor, pero, asegura, «también había tiempo para disfrutar de la pesca durante el resto del año».
«El Guadiana siempre ha sido un río rico en pesca y allí acudíamos a coger cangrejos o a pescar para llevar algo de comer a nuestras casas», comenta.
Antonio Cano recuerda que cómo era entonces el Guadiana: «un río enorme, un río por donde corría el agua que daba la vida a todo y que nos daba la vida a todos los que acudíamos a disfrutar de él».
No olvida este curtido ferroviario sus travesuras de adolescente en el río Guadiana, donde él y su hermano Pepe vivieron momentos inolvidables junto a amigos como Enrique y Juan.
Hoy, cuando los recuerdos y las añoranzas se agolpan en su memoria, recuerda que de aquella imagen idílica que aún mantiene fresca, queda nada o muy poco.
«El molino dejó de funcionar hace muchos años, está prácticamente destruido, el agua ya no corre y aquí, ya no quedan ni peces ni cangrejos», se lamenta.
La culpa, comenta, «la tuvo la construcción del pantano de El Vicario», infraestructura hidráulica de regulación que se puso en explotación en 1973 con una capacidad de embalse de 7 hectómetros cúbicos, y que en 1989 se recreció hasta incrementar su capacidad hasta los 33 hectómetros cúbicos.
Ahora, apunta Antonio Cano, sólo vemos correr el agua por el río cuando excepcionalmente llueve mucho y se llena el pantano, antes, cuando no estaba, el agua corría casi todo el año».
Antonio ha vuelto hoy junto con su mujer, Pilar Supervía, a ver el río Guadiana crecido y de nuevo bravo con agua.
Los dos han vuelto al puente de Alarcos, lugar de cita para muchos jóvenes, donde también ellos dos pasaron momentos juntos.
Ambos no dejan de mirar el río que estos días vuelve a recuperar su vigor e inunda cientos de hectáreas de terreno y, exclaman: «vuelve a parecerse al gran río que conocimos, todo azul, hasta donde aún alcanza la vista».