A la misma hora del miércoles 18 de marzo en que casi 15 millones de personas escuchaban el discurso del rey Felipe VI en televisión, otros muchos miles de personas no contabilizadas golpeaban cacerolas u otros utensilios metálicos en sus ventanas, balcones o terrazas para protestar contra una Monarquía que no pasa por su mejor momento, debido a algunas actividades sospechosas presuntamente atribuidas a Juan Carlos I. Unas y otras ejercían su derecho a la libertad de expresión, ahora desde sus domicilios y no en la calle debido al confinamiento al que obliga la pandemia del coronavirus.
Eran las nueve de la noche. Una hora antes, decenas de miles de personas también imposibles de contabilizar aplaudían desde sus ventanas, balcones o terrazas como reconocimiento al trabajo que lleva a cabo todo el personal sanitario, especialmente, y el de otros sectores para atender a las personas afectadas por el virus y mantener otros servicios y suministros necesarios para la vida diaria de la ciudadanía en estos tiempos de confinamiento domiciliario. Esos aplausos, que se repiten cada día a la misma hora, también son una manera de ejercer un derecho constitucional y humano tan imprescindible en una democracia como es la libertad de expresión.
La mala costumbre de reenviar todos los mensajes recibidos
Ambas acciones ciudadanas, de protesta una y de merecido homenaje la otra, han sido convocadas mediante llamamientos realizados por las redes sociales y mensajes por WhatsApp. Y ambas convocatorias han tenido un notable éxito. Pero las redes sociales y ese sistema de envío de mensajes por teléfono mediante internet también están siendo utilizados, ahora con especial intensidad, para difundir bulos inventados con alguna oscura finalidad. Y, lamentablemente, está muy extendida la mala costumbre de reenviar a otras personas casi siempre esos mensajes, sin pensar siquiera que tal vez pueden ser falsos.
Ya se ha dicho muchas veces que, con cualquier asunto, antes de reenviar un mensaje recibido conviene pensar si parece creíble y, dentro de las posibilidades de cada persona, hacer alguna comprobación para comprobar su veracidad. Pero, en la situación actual, esa prudencia es más necesaria que nunca porque está en juego la salud de toda la ciudadanía.
Son centenares los bulos que circulan por las redes sociales y por WhatsApp en relación con el coronavirus. Cada día aparece una enfermera de un determinado hospital que dice que allí hay muchos jóvenes gravemente enfermos y van a morir; un doctor especialista en epidemiología, de algún hospital extranjero desconocido, que tiene el secreto más eficaz para combatir la pandemia; un científico que afirma que bebiendo tragos de agua caliente cada cuarto de hora se combate el virus… Y muchos más mensajes y vídeos en los que quienes hablan son personas supuestamente especialistas en esta infección masiva, pero que cuando se ha investigado se ha demostrado que es falso.
Remedios médicos falsos
En uno de esos mensajes, por ejemplo, se dice que el virus, cuando infecta a alguien, antes de llegar a los pulmones permanece en su garganta durante cuatro días y entonces esa persona empieza a toser y a tener dolores de garganta. Y, como remedio, se afirma que beber mucha agua o hacer gárgaras con agua con sal o con vinagre elimina el virus. No hace falta tener conocimientos médicos para pensar que eso suena raro y sospechar que ese remedio no tiene ninguna base científica. Es falso, según ha demostrado el grupo de periodistas de Maldita.es (Maldito bulo), que está teniendo un volumen de trabajo extraordinario a costa del coronavirus.
Es necesario no hacer caso a todo lo que se dice desde el anonimato de las redes sociales sino únicamente a las fuentes oficiales. Y hay que tener en cuenta que, según las autoridades sanitarias cualquier médico a quien se consulte, ni los remedios caseros ni algunos alimentos determinados curan el coronavirus. Las redes sociales y WhatsApp cumplen un importante papel como método para comunicarse, pero no deben ser utilizadas como si fueran una consulta médica. Muchos mensajes deberían levantar sospechas como posibles bulos o intentos de estafa y hay que eliminarlos, sobre todo cuando se trata de la salud.