Que la vida nos ha cambiado en estos dos últimos meses y medio es evidente. A todos. Sin distinción. El coronavirus entró en nuestras vidas y todavía sigue por ahí, campando casi a sus anchas, aunque por fortuna lo peor parece que ya ha pasado. Y nos ha dejado historias humanas que nunca se nos olvidarán…
Como la de Justi Sánchez-Pinilla, una toledana de 86 años que nos ha contado en primera persona lo mal que lo pasó durante 12 días, del 22 de marzo al 3 de abril, ingresada en el hospital del Valle, en la capital regional, en los que estuvo «con el oxígeno puesto, cosidita los brazos a pinchazos… Ese virus que te entra en todo tu cuerpo y en tu mente y piensas que no vas a salir, que estás muy mal… Cuando llegué a Urgencias y me pusieron sola en una habitación me dije que no lo contaba. Bastante miedo sí tuve y mi gran pena era lo que mis hijos iban a sufrir…».
Así, con esa crudeza y realidad, se lo cuenta a encastillalamancha.es.
«He parido seis hijos, he tenido piedras en el riñón… pero este dolor es tan diferente…»
Sus hijos, los seis (Esteban, Fernando, Esther, Javi, Mario y Carolina), en los que no paró de pensar y de quienes ahora recibe «un mimo especial». Igual que en su marido, Eustasio (aunque todos le conocen como Neo). «Yo solo quería ver a mis 13 nietos». Y, de postre, se llevó una gran alegría cuando, ya recuperada, fue dada de alta, «¡voy a ser bisabuela!».
Es un torbellino hablando y no para de responder…
«Ese virus… No sé qué te entra, son sensaciones tan distintas… Fíjate si he tenido experiencias en mi vida, he parido seis hijos, piedras en el riñón durante un año, pero es que este dolor es tan diferente a cualquier enfermedad que…».
Ya ha recuperado prácticamente su vida normal, aunque aún no ha vuelto a su grupo de teatro, «que me encanta». Pero «ya he tendido la ropa, he preparado mi cocido, he tomado el aperitivo… ¡Que estoy muy bien, que no se apuren mis hijos!».
«Parece que a los sanitarios les pusieron una inyección de cariño para los enfermos, ¡qué trato me dieron!»
¿Cómo se contagió del virus? No lo recuerda con exactitud, pero sí que en marzo «llevaba un tiempo tosiendo pero no tenía fiebre. Ya no descansaba ni por la noche y en una de ellas pareció que me habían echado un cubo de agua en la cama, del sudor, no me podía poner ni de pie, por lo que me bajaron a las Urgencias del hospital Virgen de la Salud». Y de ahí, directamente, al hospital del Valle.
Ingresó el 22 de marzo y no se le va a olvidar jamás, «justo una semana y media antes se había muerto mi hermano pequeño, Carlos (no pudo superar un cáncer), el día 11, y puede ser que me lo contagiaran en el entierro porque hubo mucha gente que me abrazó, pero no lo sé…».
Recuerda de forma especial su paso por el centro sanitario, «porque no he visto cosa igual en mi vida. Lo que más valoro es el trato que recibí, empezando por las señoras de la limpieza, las enfermeras, las médicas, el señor de la ambulancia… Parece que los han puesto una inyección de cariño para los enfermos, ¡qué trato me dieron, maravilloso, todos con un tacto…!».
«Mis hijos me dejaban la comida en la cocina y se iban, me entraba una tristeza…»
Por cierto, que Neo, su marido, también padeció el coronavirus, «pero escondido, solo con tos, sin fiebre, aunque él podía dormir. Cuando yo salí del hospital a él ya le habían aislado, hasta que pasé la cuarentena. En julio tengo que hacerme una revisión».
Cuando regresó a su casa de Toledo tuvo que estar sola durante dos semanas, lo que tampoco olvida, «alguno de mis hijos me dejaba la comida en la cocina y se iban, me entraba una tristeza… Las noches fueron lo peor y aunque nunca he sido miedosa pasaba un miedo horroroso. Por las noches no dormía, solo caía por el cansancio, por el agotamiento, pero me despertaba sobresaltada».
Y ahora, dos meses después de salir del hospital, Justi piensa que quien la ha salvado «ha sido la Virgen de la Esperanza, tenía su estampita debajo de la almohada en la cama del hospital y le decía a las enfermeras que no me la quitaran».
Una de las invitadas en el homenaje del Día de Castilla-La Mancha»
El domingo 31 de mayo, Justi fue una de las escasas invitadas en el homenaje del Día de Castilla-La Mancha, organizado por el Gobierno y en el que se homenajeó a todos los fallecidos, a los que han sido trabajadores esenciales durante la pandemia, además de a los enfermos. Ella estaba allí, como pueden ver en la imagen. Y lloró, claro, «no me pude contener, qué pena siento porque las familias no se pudieron despedir de sus fallecidos…».
Pero la vida sigue y Justi quiere volver a su rutina, a su teatro, a su gimnasia…
¡Sí, viva la vida!